Sexuality Policy Watch [ES]

Judith Butler sobre las guerras culturales, jk rowling y vivir en tiempos anti-intelectuales

En entrevista para New Statesman, por Alona Ferber. Traducido por el equipo de SPW. 

Alona Ferber: En El Género en Disputa, usted escribió que “los debates feministas contemporáneos sobre los significados del género conducen sin cesar a cierta sensación de problema o disputa, como si la indeterminación del género, con el tiempo, pudiera desembocar en el fracaso del feminismo.”. ¿Hasta qué punto las ideas que exploró en ese libro hace 30 años ayudan a explicar cómo el debate sobre los derechos trans se ha trasladado a la cultura y la política dominante?

Judith Butler: Quiero cuestionar primero si las feministas trans-excluyentes son realmente lo mismo que las feministas cuya posición es la dominante. Si se tiene razón en identificar una con la otra, entonces una posición feminista que se opone a la transfobia es una posición marginal. Creo que esto puede ser una lectura equivocada. Mi apuesta es que la mayoría de las feministas apoyan los derechos trans y se oponen a todas las formas de transfobia. Así que encuentro preocupante que de repente la posición feminista radical trans-excluyente se entienda como comúnmente aceptada o incluso como posición dominante. Creo que en realidad es un movimiento marginal que busca hablar en nombre de la posición dominante y que nuestra responsabilidad es negarnos a que eso suceda.

AF: Un ejemplo de discurso público dominante sobre este tema en el Reino Unido es el argumento sobre permitir que las personas se identifiquen a sí mismas en términos de su género. En una carta abierta que publicó en junio, JK Rowling articuló la preocupación de que esto “abriría las puertas de los baños y vestuarios a cualquier hombre que crea o sienta que es una mujer”, poniendo potencialmente a las mujeres en riesgo de violencia.

Judith Butler: Si miramos de cerca el ejemplo que usted caracteriza como “dominante”, podemos ver que lo que opera es una esfera de la fantasía, una que refleja más sobre la feminista que experimenta tales miedos que sobre cualquier situación realmente existente en la vida trans. La feminista que sostiene tal punto de vista presume que el pene en efecto define a la persona, y que cualquiera con un pene se identificaría como una mujer con el propósito de entrar en tales vestuarios y representar una amenaza para las mujeres en su interior. Asume que el pene es la amenaza, o que cualquier persona que tenga un pene que se identifique como una mujer está participando de una forma de disfraz vil, engañosa y dañina. Esta es una fantasía rica, y una que proviene de poderosos miedos, pero no describe una realidad social. Las mujeres trans suelen ser discriminadas en los baños de los hombres, y sus modos de autoidentificación son formas de describir una realidad vivida, que no puede ser capturada o regulada por las fantasías que se les presentan. El hecho de que tales fantasías pasen como argumento público es en sí mismo motivo de preocupación.

AF: Quiero cuestionarle sobre el término “terf”, o feminista radical trans-excluyente, que algunos ven como un término calumnioso [slur].

Judith Butler: No estoy al tanto de que terf sea usado como un término calumnioso. Me pregunto cómo se llamaría a las feministas autodeclaradas que desean excluir a las mujeres trans de los espacios de las mujeres. Si están a favor de la exclusión, ¿por qué no llamarlas excluyentes? Si se entienden a sí mismas como pertenecientes a esa cepa del feminismo radical que se opone a la reasignación de género, ¿por qué no llamarlas feministas radicales? Mi único pesar es que hubo un movimiento de libertad sexual radical que alguna vez avanzó bajo el nombre de feminismo radical, pero tristemente se ha transformado en una campaña para patologizar a personas trans y a las personas no conformes con el género. Mi sensación es que tenemos que renovar el compromiso feminista con la igualdad de género y la libertad de género para afirmar la complejidad de las vidas de género tal y como se viven actualmente.

AF: El consenso entre lxs progresistas parece ser que las feministas que están del lado de JK Rowling están del lado equivocado de la historia. ¿Es esto justo, o hay algún mérito en sus argumentos?

Judith Butler: Dejemos en claro que el debate aquí no es entre feministas y activistas trans. Hay feministas trans-afirmativas, y muchas personas trans también son feministas comprometidas. Así que un problema claro es el marco que actúa como si el debate fuera entre feministas y personas trans. No lo es. Una razón para luchar contra este encuadre es porque el activismo trans está vinculado al activismo queer y a los legados feministas que siguen muy vivos hoy en día. El feminismo siempre ha estado comprometido con la proposición de que los significados sociales de lo que es ser un hombre o una mujer aún no están establecidos. Contamos historias sobre lo que significó ser una mujer en un determinado momento y lugar, y le seguimos la pista a la transformación de esas categorías a lo largo del tiempo.

Dependemos del género como una categoría histórica, y eso significa que aún no conocemos todas las formas en que puede llegar a significar, y estamos abiertxs a nuevas comprensiones de sus significados sociales. Sería un desastre para el feminismo volver a una comprensión estrictamente biológica del género o reducir la conducta social a una parte del cuerpo o imponer fantasías temerosas, sus propias ansiedades, a las mujeres trans… Su permanente y muy real sentido del género debe ser reconocido social y públicamente como una cuestión relativamente simple de otorgar otra dignidad humana. La posición feminista radical trans-excluyente ataca la dignidad de las personas trans.

AF: En El género en disputa, usted preguntó si, al tratar de representar una idea particular de las mujeres, las feministas participan en las mismas dinámicas de opresión y heteronormatividad que están tratando de cambiar. A la luz de los amargos argumentos que se están desarrollando en el feminismo ahora, ¿se sigue aplicando lo mismo?

Judith Butler: Según recuerdo el argumento en El género en disputa (escrito hace más de 30 años), el punto era más bien otro. Primero, unx no tiene que ser mujer para ser feminista, y no debemos confundir las categorías. Los hombres que son feministas, las personas no binarias y trans que son feministas, forman parte del movimiento si se aferran a las proposiciones básicas de libertad e igualdad que forman parte de cualquier lucha política feminista. Cuando las leyes y las políticas sociales representan a las mujeres, toman decisiones tácitas sobre quién cuenta como mujer, y muy a menudo hacen suposiciones sobre lo que es una mujer. Hemos visto esto en el ámbito de los derechos reproductivos. Así que la pregunta que yo estaba haciendo entonces es: ¿necesitamos tener una idea establecida de las mujeres, o de cualquier género, para avanzar en los objetivos feministas?

Hice la pregunta de esa manera… para recordarnos que las feministas están comprometidas a pensar en los diversos e históricamente cambiantes significados del género, y a los ideales de la libertad de género. Por libertad de género, no quiero decir que todxs podamos elegir nuestro género. Más bien, tenemos que hacer una reivindicación política de vivir libremente y sin miedo a la discriminación y la violencia contra los géneros que somos. Muchas personas que fueron asignadas “mujer” al nacer nunca se sintieron a gusto con esa asignación, y esas personas (incluyéndome a mí) nos dicen a todxs nosotrxs algo importante sobre las limitaciones de las normas tradicionales de género para muchxs que caen fuera de sus términos.

Las feministas saben que las mujeres con ambición son llamadas “monstruosas” o que las mujeres que no son heterosexuales son patológicas. Luchamos contra esas tergiversaciones porque son falsas y porque reflejan más sobre la misoginia de los que hacen caricaturas degradantes que sobre la compleja diversidad social de las mujeres. Las mujeres no deberían participar en las formas de una caricatura fóbica por las que han sido degradadas tradicionalmente. Y por “mujeres” me refiero a todas aquellas que se identifican de esa manera.

AF: ¿En qué medida la toxicidad en este tema es una función de las guerras culturales que se desarrollan online?

Judith Butler: Creo que vivimos en tiempos anti-intelectuales, y que esto es evidente en todo el espectro político. La rapidez de los medios de comunicación social permite formas de virulencia que no apoyan exactamente el debate reflexivo. Necesitamos apreciar las formas más prolongadas.

AF: Las amenazas de violencia y abuso parecen llevar estos “tiempos anti-intelectuales” a un extremo. ¿Qué tiene que decir sobre el lenguaje violento o abusivo usado online contra gente como JK Rowling?

Judith Butler: Estoy en contra de los abusos online de todo tipo. Confieso que estoy perpleja por el hecho de que usted señala el abuso que se comete contra JK Rowling, pero no cita el abuso contra las personas trans y sus aliadxs que ocurre en línea y en persona. No estoy de acuerdo con la opinión de JK Rowling sobre las personas trans, pero no creo que deba sufrir acoso y amenazas. Pero recordemos también las amenazas contra las personas trans en lugares como Brasil, el acoso a las personas trans en las calles y en el trabajo en lugares como Polonia y Rumania, o incluso aquí mismo en los Estados Unidos. Por lo tanto, si vamos a objetar el acoso y las amenazas, como seguramente deberíamos hacer, también deberíamos asegurarnos de tener un panorama amplio de dónde está sucediendo, quiénes son lxs más afectadxs y si es tolerado por quienes deberían oponerse. No basta con decir que las amenazas contra algunas personas son tolerables pero que contra otras son intolerables.

AF: No firmó la carta abierta sobre la “cultura de la cancelación” en Harper’s este verano, ¿pero podría decirse que sus argumentos resonaron en usted?

Judith Butler: Tengo sentimientos encontrados sobre esa carta. Por un lado, soy educadora y escritora y creo en el debate lento y reflexivo. Aprendo al ser confrontada y desafiada, y acepto que he cometido algunos errores significativos en mi vida pública. Si alguien dijera entonces que no debo ser leída o escuchada como resultado de esos errores, bueno, me opondría internamente, ya que no creo que ningún error que una persona haya cometido pueda, o deba, resumir esa persona. Vivimos en el tiempo; nos equivocamos, a veces seriamente; y si tenemos suerte, cambiamos precisamente debido a las interacciones que nos permiten ver las cosas de manera diferente.

Por otro lado, algunos de esos firmantes apuntaban a Black Lives Matter como si la oposición ruidosa y pública al racismo fuera en sí misma un comportamiento incivilizado. Algunxs de ellxs se han opuesto a los derechos legales de Palestina. Otrxs han cometido [presuntamente] actos de acoso sexual. Y otrxs no desean que se les cuestione su racismo. La democracia requiere de buenos cuestionamientos, y no siempre llegan en tonos suaves. Por lo tanto, no estoy a favor de neutralizar las fuertes demandas políticas de justicia por parte de los pueblos subyugados. Cuando unx no ha sido escuchadx por décadas, el grito clamando justicia está obligado a ser potente.

AF: Este año, usted publicó La fuerza de la no violencia. ¿La idea de la “igualdad radical”, de la que habla en el libro, tiene alguna relevancia para el movimiento feminista?

Judith Butler: Mi punto en el reciente libro es sugerir que repensemos la igualdad en términos de interdependencia. Tendemos a decir que una persona debe ser tratada igual que otra, y medimos si la igualdad se ha logrado o no comparando casos individuales. ¿Pero qué pasa si el individuo – y el individualismo – es parte del problema? Es diferente entenderse a sí mismx como viviendo en un mundo en el que somos fundamentalmente dependientes de los demás, de las instituciones, de la Tierra, y ver que esta vida depende de una organización sustentadora de varias formas de vida. Si nadie escapa a esa interdependencia, entonces somos iguales en un sentido diferente. Somos igualmente dependientes, es decir, igualmente sociales y ecológicxs, y eso significa que dejamos de entendernos sólo como individuos demarcados. Si las feministas radicales trans-excluyentes se entendieran a sí mismas como compartiendo un mundo con personas trans, en una lucha común por la igualdad, la libertad de la violencia y el reconocimiento social, no habría más feministas radicales trans-excluyentes. Pero el feminismo seguramente sobreviviría como práctica coalicional y una visión de solidaridad.

AF: Usted ha hablado de la reacción contra la “ideología de género”, y escribió un ensayo para el New Statesman sobre ello en 2019. ¿Ve alguna conexión entre esto y los debates contemporáneos sobre los derechos de los trans?

Judith Butler: Es doloroso ver que la posición de Trump de que el género debe definirse por el sexo biológico, y que el esfuerzo evangélico y católico de derecha para purgar el “género” de la educación y la política pública concuerda con el retorno de las feministas radicales trans-excluyentes al esencialismo biológico. Es una triste ocasión cuando algunas feministas promueven la posición de ideología antigénero de las fuerzas más reaccionarias de nuestra sociedad.

AF: ¿Qué cree que rompería este punto muerto en el feminismo sobre los derechos de las personas trans? ¿Qué llevaría a un debate más constructivo?

Judith Butler: Supongo que un debate, si fuera posible, tendría que reconsiderar las formas en que funciona la determinación médica del sexo en relación con la realidad vivida e histórica del género.

*Judith Butler utiliza tanto los pronombres femeninos como los neutros

Entrevista realizada por Alona Ferber

Traducción realizada por Matheus Calderón

Publicada en Calderón 094



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