Daniel Jones
(Investigador del CONICET, Instituto Gino Germani, Universidad de Buenos Aires)
UNO. Embriagadxs por nuestra actividad intelectual y política, a veces pensamos que el devenir de la historia (moderna) es garantía de una inevitable secularización de nuestras sociedades latinoamericanas. Y creemos que de este (deseado) escenario secularizadoa obtener las leyes que reconozcan los derechos sexuales y reproductivos (DDSSRR) que demandamos mediaría sólo un paso, trabajoso pero ineluctable.
DOS. Que el primer Papa no europeo en 1300 años y el primero latinoamericano sea el argentino Jorge Bergoglio no es una buena noticia para quienes promovemos los DDSSRR en la región. Pero quizás sea una oportunidad política para despertar de los sueños de secularización inminente y renovar nuestras estrategias políticas. Esbocemos algunas coordenadas.
TRES. A poco de aprobarse la ley de aborto en el Distrito Federal de México en 2007, una de las principales intelectuales y activistas que la había promovido dijo en una entrevista: “La tendencia mundial a la secularización de las sociedades y la modernidad como un momento histórico hacen que muchas de las batallas que estamos dando ahorita se resuelvan a nuestro favor. Con lo que estamos litigando es con el tiempo.” La realidad se encargó de desmentir que dicha tendencia fuese lineal y el aborto legal sólo una cuestión de tiempo, cuando meses más tarde 18 estados mexicanos fijaron cláusulas constitucionales de defensa de la vida desde la concepción.
CUATRO. ¿Cómo entender este tipo de afirmaciones? Existe una actitud extendida entre buena parte de la academia y el activismo por los DDSSRR, que poco puede ayudarnos a comprender y actuar en el nuevo contexto que supone un Papa latinoamericano. Esta actitud consiste en subestimar las dimensiones religiosas de los fenómenos sobre los que se investiga o interviene, omitiéndolas, desestimándolas explícitamente o planteando escenarios institucionalmente monolíticos (por la preeminencia política de la jerarquía católica) donde en verdad hay una mayor diversidad. A esta actitud subyacería una versión simplificada, voluntarista y demodé de la teoría de la secularización, crecientemente cuestionada en otros círculos académicos (como las ciencias sociales de la religión) y, más importante aún, desmentida por esa realidad que se empeña en demostrar que la religión no se retrajo al ámbito privado, que política y religión no son esferas enteramente diferenciadas, y que los fenómenos de desafiliación institucional no son necesariamente sinónimos de falta de religiosidad en la población.
CINCO. ¿Qué significa para los DDSSRR que Jorge Bergoglio sea el nuevo Papa? Es impredecible qué puede suceder en cada país cuando se discutan leyes y políticas públicas al respecto, pero podemos dar pistas. Por un lado, en América latina hay obispos ideológicamente más conservadores que en estos temas:Bergoglio representa una línea conservadora moderada (por ejemplo, frente al obispo argentino de La Plata, Héctor Aguer). Con todo, aun sin ser un cruzado fervoroso, como máxima autoridad de la Iglesia Católica en Argentina siempre actuó y declaró sobre el reconocimiento de parejas del mismo sexo y el aborto en consonancia con las posturas de rechazo del Vaticano. Nada indica que vayan a variar las posicionescatólicas oficiales sobre estos temas. Por otro lado, lejos del perfil intelectual de Ratzinger, un rasgo distintivo de Bergoglio es el de ser un hábil conductor político: al frente de la iglesia local ha dialogado, negociado y articulado con un amplio espectro de actores políticos y religiosos. Particularmente, ha invertido tiempo y energías en diálogos ecuménicos sobre diversos temas y no ha tenido prejuicios en capitalizarlos para causas políticas promoviendo alianzas interreligiosas (por ejemplo, la oposición de sectores católicos, evangélicos y judíos al proyecto de ley de matrimonio de parejas del mismo sexo, finalmente sancionado en Argentina en julio de 2010).
SEIS.¿Qué hacer frente a este escenario?Vale la pena renovar las estrategias desde el activismo, el periodismo y la academia para promover los derechos sexuales y reproductivos en América latina. La apuesta es articular las estrategias de acentuar el pluralismo religioso de nuestra sociedad y de exigir la laicidad del Estado. No hay que renunciar a demostrar, una y otra vez, que la jerarquía católica no es la Iglesia Católica (en tanto comunidad de fieles católicos), ni la Iglesia Católica es “la” (única) iglesia en nuestra región (en el caso argentino, algunas Iglesias Protestantes, con más de 150 años en el país, fueron aliadas del movimiento de la diversidad sexual en la demanda de matrimonio igualitario en 2010 y pueden serlo al debatirse el aborto). Simultáneamente, hay que exigir que el Estado vaya separándose cada vez más de la Iglesia Católica (por ejemplo, mediante la quita de privilegios legales y económicos que ésta detenta frente a otras instituciones religiosas), planteándolo en cada espacio de militancia. Reconocimiento del pluralismo y exaltación de la disidencia dentro del catolicismo, expresión del pluralismo del campo religioso en Argentina y exigencia de laicidad estatal son estrategias para reclamar y obtener el derecho al aborto seguro y gratuito y el derecho al matrimonio para las parejas del mismo sexo en aquellos países donde aún no están reconocidos. Y frente a eso, no habrá latinoamericano en el Vaticano (por más Papa que sea) que pueda impedirlo.