¿Cuál es la reacción que tiene el pueblo brasileño ante las medidas del ministro de Salud y los mensajes que da Jair Bolsonaro? ¿Acata las recomendaciones de aislamiento social o hay rebeldía?
En primer lugar, cabría aclarar que acá no estamos en cuarentena, sino que se recomienda que la gente no salga. La contención se está haciendo por restricción de actividades: las tiendas y restaurantes están cerrados y solo algunos servicios esenciales están abiertos. Lo que no puede haber son aglomeraciones, porque la policía puede ir a deshacerlas. Pero como nuestro país es superautoritario, se han producido detenciones en la calle sin base legal.
Brasil es muy grande y depende de las arquitecturas de poder de cada lugar. Al comienzo de la pandemia, en los lugares donde los gobernadores y alcaldes han sido muy firmes, como en Sao Paulo, hubo una adhesión fuerte a las recomendaciones (60% en aislamiento, 40% fuera de la casa). Pero las bases del aislamiento se han visto erosionadas por la actitud de Bolsonaro y de los políticos locales que lo apoyan.
Bolsonaro está manteniendo una actitud negacionista frente al coronavirus, muy parecida a la de Donald Trump. Minimiza sus efectos, llama a la desobediencia social, critica a la prensa de «alarmista»…
La gente lo compara mucho con Trump. Y sí, hay un vínculo importante entre ambos, hablan, son íntimos. El hijo de Bolsonaro está muy conectado con la derecha norteamericana trumpista. Pero en términos de lógica, de operación política nacional, Bolsonaro tiene sesgos muy semejantes a Daniel Ortega y a Andrés Manuel López Obrador.
Los tres afirman que la epidemia no los va a pescar: Ortega dice que es porque el pueblo nicaragüense es revolucionario y la epidemia es de los ricos y capitalistas. López Obrador dice que el pueblo mexicano es ancestral y tiene la protección de sus amuletos. Y Bolsonaro dice que el pueblo brasileño es fuerte y no muere tan fácil, se puede bañar en el desagüe y no se enferma. Es decir, una fortaleza que viene de la exclusión, la subordinación y la miseria. Los tres tienen un sesgo común: la protección de Dios y han construido la mitología de que su pueblo es invencible, invulnerable al coronavirus.
Se toma a pecho su segundo nombre. Se cree el Mesías, realmente… Bolsonaro tiene el comportamiento clásico de un caudillo político latinoamericano. El otro día, cuando salió a desmentir que había pedido el cierre del Congreso y de la Corte, dijo: “Yo soy la Constitución”. Los bolsonaristas le llaman “Mito” desde la campaña.
¿Los templos y las iglesias se encuentran cerrados?
Se recomienda su cierre, aunque los pastores se han resistido mucho a la medida. En Río, la justicia ha forzado el cierre de la iglesia del pastor Silas Malafaia, quien apeló y le han dado el derecho de reunirse. Las iglesias están desobedeciendo las reglas, pero no solo ellos.
¿Quiénes más están incumpliendo?
Como en Perú, la cantidad de gente que requiere estar en la calle para sobrevivir es muy grande. Al gobierno le tomó tiempo ejecutar el paquete de emergencia social que empezó a funcionar la semana pasada. Mucha gente siguió saliendo, hay mucha gente sola, ancianos, que tienen que hacer compras.
Además, la entrega de los bonos de emergencia está provocando aglomeraciones. Se ven colas de gente yendo a los bancos para saber cómo recibir plata, colas en la atención de los servicios de salud, que están colapsando. Esto demuestra la incapacidad del sistema institucional del Estado para gerenciar una crisis de esta escala. Las instituciones son muy malas, muy autoritarias, mal organizadas y precarias.
Hacia los ojos de la opinión pública exterior, la presencia del juez Sérgio Moro en el gabinete de Bolsonaro daba cierta seguridad de que la lucha anticorrupción iba a seguir. Al menos, eso parecía al inicio de su gestión.
Quien lo ve desde afuera puede pensar así, pero Moro ha estado aislado desde hace seis meses, desde noviembre. Moro fue perdiendo su perfil y está muy desgastado frente a la opinión pública. No tiene poder y esto se ha vuelto más evidente ahora. Y tiene una razón: Moro es potencialmente candidato de la derecha para el 2022. Y en el momento que Bolsonaro lo percibió como adversario, empezó a contenerlo. Tanto que Moro durante la pandemia se mantuvo en silencio.
Antes de la pandemia, teníamos a un sector del mercado liberal, más demócrata, paralizado por la agenda neoliberal. Y a una izquierda paralizada porque Lula todavía estaba haciendo sus cálculos políticos para el 2022. El COVID 19, con el horror que implica, ha desarreglado todo eso por completo, porque crea una situación de anormalidad, de condiciones totalmente nuevas. Y en ese juego enloquecido estamos todos.
¿Por qué Bolsonaro cesó al director general de la Policía Federal, Maurício Leite Valeixo, justo en este momento, en plena pandemia?
Bolsonaro entró en una ruta de aislamiento político, y está cerrando todos los huecos posibles para su supervivencia política porque está perdiendo apoyos. Está agitando a sus bases más pesadas, está intentando controlar todo y separar a cualquier persona que le contesta. Se mueve todo el tiempo de manera insana, provocando caos. Y los únicos que tienen alguna posibilidad de controlarlo son los militares. Los demás (el Congreso, la Corte, los partidos políticos) no pueden hacerlo.
Con la llegada del nuevo ministro de Salud, Nelson Teich, ¿hay alguna garantía de que los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres se va a respetar en esta pandemia?
No, para nada. La política nacional de salud sexual y reproductiva ya estaba erosionada desde hace mucho tiempo atrás y desapareció. Esta gente no ha tenido muchos problemas para deshacerla porque ya lo venía haciendo Dilma Rousseff desde el 2011. Se han identificado dificultades en el acceso a métodos anticonceptivos en los servicios de salud, que ya estaban en mal estado. En el caso de la política sobre VIH/SIDA han tenido que hacer esfuerzos para deshacerlo: hicieron una “reingeniería institucional” y la bajaron de estado.
Esta pandemia ha evidenciado todo lo que estaba mal en el sistema y lo ha magnificado…
Nosotros hicimos un estudio sobre la epidemia del Zika y el aborto. El discurso general era que Brasil había respondido muy bien porque en aquel momento (2015) la vigilancia epidemiológica funcionó y la capacidad de investigación clínica convirtió a Brasil en un polo de investigación global. Pero luego de entrevistar a médicos, enfermeras y gestoras, concluimos que lo que pasó fue un desastre. El sistema de salud no fue capaz de responder con decencia a la emergencia de Zika. Nadie tenía idea de lo que estaba haciendo. Y eso que el problema que ocasionó el Zika no se compara al que está ocasionando el COVID, que es de una escala gigantesca.
¿Hay suficientes profesionales de salud en Brasil para atender la pandemia?
El problema de personal es una locura. Esa es la situación de Manaos, que es una ciudad de dos millones de personas y un sistema de salud precario, que podría ser considerada la “Guayaquil brasileña” porque los muertos están en los pisos de los hospitales junto con los enfermos. En Río, hay un hospital de campaña listo con camas vacías que no puede funcionar porque no hay personal. Todos los países de la región pasamos por diversos sistemas de privatización, que acá comenzó durante el gobierno del PT. No se privatizó la salud a nivel nacional, pero sí a niveles locales, a través de leyes municipales y estaduales.
La atención básica en muchos de los casos está en manos de “organizaciones sociales”, que son como empresas con alta rotatividad de personal. Por ejemplo, en Río hay seis organizaciones sociales que cuidan del tejido de la red pública. En una pandemia, eso es una tragedia porque cada una tiene una lógica de manejo. Y depende también de la capacidad gerencial de las alcaldías y las Secretarías Municipales de Salud.
¿Cómo se está realizando las pruebas del COVID 19 en Brasil?
Hay miles de proyectos, programas e iniciativas para realizar las pruebas y cada uno emplea su propio método. Hay un programa específico para las favelas, Florianópolis está haciendo sus pruebas, hay un grupo de empresas y bancos que han comprado un montón de pruebas y han creado un equipo técnico para realizarlas. ¿Cómo uno va a tener idea de los resultados que dan esas pruebas? Así no se puede crear una base epidemiológica para nada.