Desde 2013, el Papa Francisco I ha hecho comentarios sueltos y casi siempre inesperados sobre la homosexualidad, que llaman a la compasión y a la tolerancia. Mientras estos actos se irrumpen aquí y allá, el flujo que lleva agua al molino del conservadurismo católico sigue su curso [1].
Pocos meses tras su elección, e inmediatamente después de la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, el primer evento mundial al que asistió, Bergoglio hizo una declaración aparentemente sin precedentes sobre la homosexualidad, cuyo contenido contrastaba con el tono condenatorio típico de su predecesor. En el vuelo de regreso a Roma, el Papa dijo a los periodistas que viajaban en el mismo avión: «Si una persona es gay, busca a Dios y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?». Esta posición aparentemente innovadora, de hecho, no contradice la posición doctrinal de la iglesia, según la cual el deseo homosexual existe (como cualquier otro pecado) y que el sujeto que lo sufre debe ser objeto de compasión, lo que no significa, sin embargo, que la práctica no deba ser condenada como un pecado grave. Sin embargo, como sucedería innumerables veces durante su mandato, la furia mediática provocada por la declaración borró su concordancia con la lógica doctrinal y eliminó la enigmática frase posterior en la que Francisco abominaba enérgicamente el «lobby gay», equiparado por él al «lobby masónico».
Tres años después, en 2016, en la encíclica Amoris Laetitia, Francisco también recomendó un enfoque compasivo hacia los fieles homosexuales: «Cada persona, independientemente de su orientación sexual, debe ser respetada en su dignidad y acogida con respeto». Pero, como señala Kaoma (2018), esta exhortación papal que llama a la alegría del amor y reafirma la tolerancia anunciada en 2013, también restringe el amor y el derecho a formar una familia a los contratos heterosexuales, en los siguientes términos:
…las parejas del mismo sexo no pueden equipararse sin el matrimonio. Ninguna unión pasajera o cerrada a la transmisión de la vida puede asegurar el futuro de la sociedad.
En 2019 la Santa Sede publicó el primer documento antigénero del papado de Francisco, titulado «Varón y mujer los creó – Hacia un camino de diálogo sobre la cuestión del gender en la educación«. La publicación no provocó la prosopopeya mediática que suelen provocar los actos de habla papales, pero es un documento muy importante. Su marco difiere de la retórica acusadora de anteriores documentos y discursos papales sobre el «problema de género» y se presenta como una invitación a los educadores para un diálogo constructivo sobre los significados del género. Sin embargo, este tono de diálogo no supone una inflexión doctrinal significativa. Como señala un artículo publicado por UNISINOS, el documento no sólo reitera las concepciones dogmáticas sobre la diferencia sexual natural, registradas en la voluminosa producción teológica de principios de la década de 2000, sino que también rechaza las categorías «intersexual» y «transgénero». En otras palabras, la retórica del papado de Francisco en relación con el «problema del género» es innovadora sólo en la superficie.
Al mismo tiempo, en abril de 2019, el secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Parolin, recibió a un grupo de 51 activistas LGBTTI, entre los que se encontraban algunos transexuales, para dialogar sobre la no discriminación. El acto no tuvo mayor visibilidad en los medios de comunicación, pero causó entusiasmo en los círculos de activistas. En 2020, durante la COVID-19, otro hecho tendría mucha más repercusión, cuando la escoria del papa llevó comida a personas trans sin hogar y sin trabajo.
Luego, sin embargo, poco antes del último discurso papal sobre la unión civil entre personas del mismo sexo, el Vaticano publicó -de nuevo sin mayor repercusión pública más allá del campo católico- un nuevo Directorio de Catequesis que, al igual que el documento de 2018 sobre género y educación, reafirma las tesis que subyacen al «espantajo de la ideología de género». La crítica es especialmente llamativa en lo que respecta al derecho a la identidad de género:
…según esta posición, la identidad de género ya no sería esa identidad original que la persona debe aceptar y llenar de significado, sino una construcción social decidida de forma autónoma, completamente disociada del sexo biológico. El hombre reniega de su propia naturaleza y decide crear una para sí mismo. Sin embargo, según el relato bíblico de la creación, el ser humano fue creado por Dios como hombre y mujer.
Este breve repaso, aunque no exhaustivo, nos dice que, como bien recomienda Prearo, los actos de habla y los gestos papales nunca deben ser interpretados, y mucho menos celebrados, como hechos singulares, llenos de significado en sí mismos. Deben leerse siempre con cautela como piezas de un vasto y complejo rompecabezas político institucional y discursivo, cuyos signos son a menudo contradictorios.
Por ello, ofrecemos aquí una selecta retrospectiva de discursos y gestos de Bergoglio, como Papa Francisco, sobre estos asuntos.
Bibliografia
Kaoma Kapia, 2018, La teoría antigénero del Vaticano y la política sexual: una respuesta africana, acessivel em ¡HabemusGénero! La Iglesia Católica y «ideología de género»: Textos selecionados.
Imagem
Leon Ferrari, da série «Osservatore Romano», coleção MALBA.