SPW invitó a tres expertos y activistas argentinos que actúan directa sobre tema de los derechos sexuales y reproductivos para ofrecernos una mirada más situada y conectada al pasado ya los detalles del proceso que logró aprobar la Ley de Interrupción Voluntaria en el Congreso el día 14 de junio de 2018.
Malú Moreno
Las grandes manifestaciones y la efervescencia cultural alrededor de la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo en Argentina en los últimos meses son muy conmovedoras. Me interesa destacar el fenómeno de la movilización masiva que integra distintas generaciones, clases sociales, tradiciones políticas y comunidades diversas alrededor de una demanda feminista histórica. Es un hecho sin precedentes en una sociedad con importantes resabios autoritarios. La participación masiva de hoy es fruto de una construcción colectiva feminista trabajosamente sostenida por décadas. Los feminismos son laboratorios democráticos fundados sobre conversaciones críticas y experimentos participativos que son imprescindibles para desmontar el orden patriarcal. Allí se forjaron las herramientas necesarias para la irrupción en los espacios de la política institucional y partidaria por parte de unas actoras, unas demandas y unas prácticas que los trastocan por completo. Por un lado, la demanda feminista por la legalización del aborto teje una transversalidad que rompe la lógica de la política partidaria tradicional y reordena alianzas y solidaridades según criterios diferentes, no exentos de (nuevas) tensiones e inestabilidades. Por otro lado, esta novedosa trama política se vincula con las manifestaciones públicas más creativas y multitudinarias desde el retorno a la democracia. Celebremos el fruto de la política (feminista) que ha logrado “sacar a la luz lo que es grande y radiante”, al decir de Hannah Arendt. Pase lo que pase, no volveremos a ser las mismas.
Mario Pecheny
La marea verde llegó al congreso, marea que es militancia, movimiento social, voz, acción, lucha, y mucha mucha mucha perseverancia de muchas. Seguro que mis amigas van a dar el lugar que se merece a tanto compromiso e inteligencia, a la historia y al presente, que es lo central. Mi comentario va a ir a un solo punto que puede parecer menor, pero que es clave. También ha sido clave en Argentina con el matrimonio igualitario y también ha sido clave en Uruguay con su proceso de reforma legal del aborto. Ese punto es el siguiente: no hay con qué darle, sin partidos políticos, sin dirigentes de partidos, y sin figuras de peso en el seno de los gobiernos, no hay gol que defina el partido (permítaseme la imagen, se sabrá comprender en estos días). Aquí hubo un presidente a todas luces sin luces, al que no queremos nada, que al menos no obstaculizó el tratamiento del tema, lo que para la Argentina es una novedad. Tampoco obstaculizó a sus ministros; y hubo ministros, entre ellos el de Salud, que se jugó. Hubo una actitud inteligente de legisladoras y algún legislador que articularon entre sí para que el proyecto saliera, independientemente de tantas razones justificadísimas para no actuar de concierto. Hubo «lobby». Hubo oportunismo político — lo cual demuestra que si el aborto legal es hoy motivo de oportunismos, gran parte de la batalla política e ideológica ya estaba ganada. Hubo participación de la sociedad civil en el congreso (subrayo «en»). En resumen: la relación entre movimientos sociales y Estado, en nuestras democracias formales, está mediada por la articulación que hacen los partidos y la institucionalización de los conflictos a través de congreso, poder judicial y poder ejecutivo. Yo siempre fui optimista y hoy no tengo motivos para dejar de serlo. Será ley.
Maximiliano Campana
El 14 de junio por la mañana, y tras una maratónica discusión parlamentaria, la Cámara de Diputados de Argentina daba media sanción al proyecto de ley que proponía la legalización del aborto en el país. Esta media sanción fue producto de un largo camino recorrido por el movimiento feminista, y cuyo proceso legislativo tuvo tintes marcadamente democráticos: durante el trabajo en comisión, 738 oradores (a favor y en contra) expusieron sus opiniones durante quince sesiones, más tres sesiones posteriores que sirvieron para elaborar un dictamen consensuado a fin de ser discutido y aprobado por la Cámara Baja, configurando así un raro ejemplo de buen funcionamiento de las instituciones democráticas y republicanas en el país. Sin embargo el proyecto aún deberá sortear una importante serie de obstáculos, comenzando con la aprobación del mismo en la Cámara de Senadores, tradicionalmente más conservadora y ligada a posiciones más cercanas a gobernadores provinciales e instituciones eclesiásticas. Aprobada la ley por la Cámara Alta, es de esperar también que diversos sectores religioso-conservadores centren sus esfuerzos en obstaculizar el acceso al nuevo derecho: diversas instituciones médicas ya están manifestando su “objeción de consciencia institucional” (a pesar de estar expresamente prohibida por el art. 11 del proyecto) y diferentes ONGs “pro vida” están denunciando la supuesta inconstitucionalidad de la ley y advirtiendo que harán presentaciones judiciales a fin de impedir u obstaculizar la aplicación de la misma. En cualquier caso, algo es seguro: existen muchos desafíos por delante, como también una inquebrantable voluntad por parte del movimiento de mujeres argentinas para hacerles frente.