Publicado originalmente en Sentiido
El poder que han alcanzado algunos grupos religiosos en alianza con sectores políticos conservadores, hace pensar que no se puede seguir atacando o ignorando su influencia. Es hora de actuar de manera más estratégica.
Por: Fidel Mauricio Ramírez Aristizábal*
Un grupo de académicos y activistas nos reunimos en Ciudad de México para hablar de democracia, religión y sexualidad en América Latina. Fue una oportunidad para discutir sobre cómo la religión se ha cruzado con los derechos sexuales y reproductivos.
Encontré que existe una preocupación generalizada sobre las posturas fundamentalistas en torno a la sexualidad, resultado de las alianzas entre sectores conservadores y líderes de iglesias católicas, evangélicas y protestantes.
Además, poco a poco han quedado atrás los gobiernos favorables a los avances en materia de derechos de la ciudadanía. Los escándalos por corrupción, la desinformación que producen algunos medios de comunicación y las tensiones políticas a la hora de gobernar, se han convertido en el caldo de cultivo para fortalecer alianzas políticas entre grupos religiosos y sectores conservadores que tienen en común la búsqueda del poder para “recuperar las buenas costumbres”.
Preocupa la creciente participación política que vienen alcanzando movimientos y grupos religiosos en los gobiernos democráticos, llegando incluso a constituir partidos políticos.
En otras palabras, lo religioso cada vez invade más lo político. Esta es una realidad que a los colombianos no nos resulta ajena. Para la muestra, la influencia de la Conferencia Episcopal de Colombia en asuntos de trascendencia nacional y las acciones de Alejandro Ordóñez, procurador general de la Nación, también conocido como “Monseñor Ordóñez”
Otro ejemplo es la senadora Viviane Morales y el partido político Mira, quienes hacen política de acuerdo con sus tradiciones religiosas. Esto evidencia que la idea de secularización por la que tanto hemos abogado, está cada vez más lejos. La visión optimista en torno a la separación de política y religión no está cerca de concretarse.
Por el contrario, el crecimiento masivo de las mega iglesias de corte evangelista tiene entre sus objetivos influir en lo público y detener los avances en materia de derechos sexuales y reproductivos.
Unidos contra la libertad
También preocupan las alianzas establecidas entre estos grupos con el propósito de frenar cualquier “ideología” que ponga en riesgo lo que ellos consideran la “voluntad de Dios”. Incluso iglesias que históricamente han estado distanciadas por diferencias doctrinales, han encontrado en los derechos sexuales y reproductivos un caballo de batalla común.
Organizaciones como “Alianza por la familia” y la “Fundación marido y mujer”, son muestra de la estrategia por la que han optado grupos conservadores para interferir en procesos legislativos, no solamente en Colombia sino en América Latina.
Ahora, más allá de la incidencia de las iglesias Católica, Luterana y Anglicana, entre otras, los movimientos o grupos de corte conservador empiezan a organizarse para canjear votos por vetos legislativos sobre temas como el matrimonio entre personas del mismo sexo, la interrupción voluntaria del embarazo y la educación sexual en la escuela.
Las representantes de Ecuador, Costa Rica y el Salvador, dejaron ver la persecución y criminalización de las mujeres que buscan decidir sobre su cuerpo y sobre ser o no madres.
Resulta sorprendente que países como Ecuador y Costa Rica que durante años habían sido abanderados en avances sociales, ahora se encuentren estancados a causa de asesores religiosos que les hablan al oído a los mandatarios. Es el caso del Opus Dei en Ecuador y de jerarcas de la Iglesia Católica en Costa Rica.
Por todo esto, es un hecho que no hay que menospreciar a estos grupos. No podemos seguir con la estrategia de atacar o ignorar las religiones, desconociendo su influencia en las dinámicas democráticas.
Quizás una mejor idea sería crear alianzas con sectores religiosos progresistas como la Iglesia Comunidad Metropolitana (abiertamente gay) y con grupos y comunidades religiosas de tradición católica y luterana anglicana, entre otras.
Organizaciones como Otras Ovejas y Católicos Arcoíris permiten crear canales de diálogo para lograr la libertad de las personas de manifestar sus creencias y agruparse libremente para profesar una fe, sin detener los avances sociales.
Es importante empezar dentro de las iglesias procesos de actualización doctrinal acordes con la realidad.
No hay que olvidar que muchas personas lesbianas, gais, bisexuales y trans (LGBT) nos hemos sentido excluidas por discursos religiosos. Y aunque hemos aprendido a vivir en la marginalidad, seguimos considerándonos parte de alguna iglesia. Así que será mejor asumir un liderazgo para exigir nuestro reconocimiento y respeto.
Yo, por ejemplo, no he renunciado a mi fe por mi orientación sexual homosexual. Por el contrario, trabajo a diario junto con otras personas para hacer nuevas lecturas teológicas que logren superar visiones mediadas por intereses políticos más que religiosos.
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*Doctor en Educación, enfocado en Educación y Derechos Humanos. Docente e investigador en Teología y Filosofía. Coordinador de Otras Ovejas en Colombia. E-mail: fidelmauricior@yahoo.com