¿«Retrumped»? - Donald vuelve a la Casa Blanca

Cuando Trump fue elegido por primera vez en 2016, publicamos una recopilación de artículos que analizaban predominantemente el estupor que este resultado electoral había provocado en los más diversos ámbitos. En esta recopilación, el texto publicado por la feminista Marge Berer, en su blog persona, l se tituló Trumped, evocando la expresión trump-up que significa acción fraudulenta o espuria. Hemos utilizado el neologismo ¿Retrumped? para nombrar esta nueva y más amplia recopilación sobre los resultados electorales estadounidenses de 2024, con el fin de llamar la atención sobre el estado de sorpresa o incluso de desconcierto que se produjo una vez más tras el 5 de noviembre.

Esta «sorpresa» es sorprendente. Los factores que explican y caracterizan la reelección de 2024 no son exactamente opacos como en 2016. Desde entonces, las tormentas perfectas del giro hacia la ultraderecha – anunciadas entonces por el voto del Brexit y la elección de Trump- han adquirido contornos más nítidos y densos: Bolsonaro en 2018, Bukele en 2019 y Javier Milei en 2023. Y también se manifiestan en el persistente crecimiento de la ultraderecha europea – del que el ascenso de Georgia Meloni en Italia y las recientes elecciones al Parlamento Europeo son los signos más flagrantes. Además, como señalamos en nuestros boletines periódicos, guerras abiertas, conflictos localizados y tendencias autocráticas caracterizan el escenario global más amplio en el que se están produciendo estas dinámicas de desdemocratización. En EEUU, más concretamente, desde 2020, a pesar de la violenta invasión del Capitolio, de los diversos juicios a los que se ha sometido Trump y de la buena marcha de la economía, la base MAGA de Trump y el resentimiento que han alimentado contra las «élites» no ha perdido fuelle. Y, no menos importante, el apoyo de las élites económicas al proyecto Trumpista ha crecido sustancialmente.

Por otro lado, la persistente adhesión del electorado estadounidense a la falsedad que sirve de atracción a este proyecto es ciertamente desconcertante. Como bien observa Judith Butler en una entrevista hecha poco antes de las elecciones, no podemos no preguntar seriamente: por qué es así? Al explorar este enigma, Butler plantea la hipótesis de que el electorado reconoce la falsedad de lo que dicen Trump y sus portavoces, pero al mismo tiempo la gente se exalta con oír a alguien decir lo que piensa alto y claro. Se regocijan por la ventana que esto les abre para expresar abiertamente la abyección y el odio hacia “otros” y esa es una característica poco analizada y comprendida de los éxitos políticos de la ultraderecha en la última década. En la parodia teatral del fascismo histórico escrita por Ionesco – y acertadamente evocada por Teju Cole en su artículo sobre la elección de Trump en 2016 — esta exaltación es lo que, de repente y misteriosamente, convierte a la gente en rinocerontes.

Más allá de la perplejidad, el regreso de Trump ahora anclada en el voto popular tiene un potencial de erosión democrática mucho más brutal. Su lectorado pasó de 63 a casi 77 millones de votos desde 2016 «legitimando» un proyecto explícito de desdemocratización y desconstitucionalización, cuyas líneas maestras se recogen en el Proyecto 2025, elaborado por la Fundación Heritage y analizado por GPAHE, Françoise Girard y el portal THEM. Un aspecto clave de este proyecto es la demolición del llamado «Estado administrativo», abominado por la ultraderecha como «fuente de privilegios y distorsiones económicas». Otra prioridad inequívoca es la eliminación sistemática de los parámetros jurídicos e institucionales que anclan los derechos en los ámbitos del género, la sexualidad y la reproducción. Menos debatidas, pero no menos relevantes son las propuestas anunciadas para atacar las redes y organizaciones de apoyo palestinas. Finalmente, los efectos inmediatos y a largo plazo sobre la ya muy inestable dinámica geopolítica multipolar apenas empiezan a vislumbrarse. Estas múltiples dimensiones son examinadas en el amplio abanico de análisis incorporados a las recopilaciones que hemos organizado en inglés, español y portugués sobre la reelección de Donald Trump.

El material recopilado también analiza los cambios demográficos del electorado que aseguraron la victoria de la ultraderecha. Desde 2020, grupos sociales que históricamente votaban al partido han migrado al campo republicano, como la población latina y, en mucha menor medida, un 4% de hombres negros. James B. Galbraith, en un artículo para Project Syndicate, y Thiago Amparo, en Folha de São Paulo, criticaron duramente al partido, cuya dirección se mostró indiferente ante la pérdida de votantes, arrogante en muchos temas y nebulosa en relación a la política migratoria y de relación con el mundo.

El desglose general por género y raza también es significativo. Entre los hombres, Trump tenía una ventaja del 13% sobre Kamala Harris, concentrada entre los blancos y los latinos, pero también con una ganancia de 4‰ entre hombres negros. Más drástica aún fue la migración del voto femenino hacia la ultraderecha, pues el 70% de las mujeres blancas y el 40% de las latinas votaron a Trump. La ventaja del 15% de Biden en el electorado femenino blanco en 2020 se redujo al 8% de Harris. También entre las latinas fue más bajo el apoyo Harris, que superó a Trump en un 22% mientras Biden había ganado con un 39% de ventaja. Las mujeres negras, en cambio, votaron masivamente a Harris: el 84% de los votos, un 3% más que Biden en 2020, constituyendo así el bastión flagrante de resistencia política al neofascismo.

Para concluir, tras las elecciones, el perfil ultraconservador y ultraderechista de la administración Trump II se hizo más claro cada día. Los nombramientos para el primer y segundo nivel señalan una ofensiva multifacética contra la ciudadanía y los derechos humanos en salud, educación, medio ambiente y tendencias poco predecibles en seguridad e inteligencia. El New York Magazine, por ejemplo, ha enumerado todos los nombramientos directamente relacionados con el Proyecto 2025 y el portal Them ha mostrado como el gabinete de Trump es un baluarte de figuras homotransfóbicas. El potencial deletéreo de estos nombramientos se verá amplificado por una figura emblemática del antiigualitarismo y del anti «wokismo»: Elon Musk, que dirigirá un nuevo supuesto Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, en realidad una comisión).

Musk va componer un equipo ministerial compuesto por otras figuras insólitas: en el Tesoro un multimillonario abiertamente gay (que trabajó en gestión de inversiones para George Soros); en Defensa un veterano de guerra convertido en comentarista de Fox News y acusado de agresión sexual y violencia contra las mujeres; un Secretario de Salud antivacunas; en el Departamento de Educación, destinado a desaparecer, una multimillonaria de las luchas MMA, acusadas de encubrir abusos sexuales de entrenadores; en el FBI un fanático de las teorías de la conspiración; y en Inteligencia (ahí incluida la CIA) una política que procede del Partido Demócrata y que, por su filiación espiritual, se opone radicalmente a los derechos LGBTQIA+. Y, como analizó Jamil Chade, esta composición ministerial comprende una suma de fortunas individuales que supera el PIB de 154 naciones. Los nombres anunciados, aunque sujetos a confirmación por el Senado, son un fuerte síntoma del grado de destrucción que podría instalarse en la dinámica administrativa estadounidense tras el 20 de enero.

No menos significativo, a medida que se perfilaba el rostro de la nueva administración, los puntos de Wall Street y los índices de criptodivisas alcanzaron picos elevados. Al mismo tiempo, grandes corporaciones anunciaron retrocesos en sus políticas denominadas DEI (Diversidad, Equidad e Inclusión), señalando para cuan extensa es la penetración de las agendas ultraderechistas en las esferas no estatales. Ante este panorama, no podemos sino recomendar que nos apretemos el cinturón. Pero, también, nos comprometemos a seguir vigilando y analizando las turbulencias que se avecinan, como venimos haciendo desde hace tiempo.

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