Resumen del artículo “Protestas contra el coronavirus: el frente de la banalización” de Nils Markwardt, publicado en la revista Die Zeit en mayo de 2020.
por Alrik Schubotz
El sábado 16 de mayo de 2020, hubo diecinueve actos en Berlín contra las medidas de aislamiento y distanciamiento social adoptadas por el gobierno alemán. Estas protestas fueron organizadas, frente al parlamento nacional, por grupos neonazis, de conspiración y de meditación esotérica, así como por grupos antifascistas. El tenor central de estas manifestaciones fue contra la “élite mala”, lo que contrasta con los “nudos buenos y justos” que cada uno de estos grupos afirma ser, para distinguirse de los demás participantes. El resultado fue una multitud confusa de personas que no se podían entender entre sí y hubo muchos gritos entre los participantes.
Los artículos publicados en los medios de comunicación sobre los actos emplearon la misma semántica para caracterizarlos: caos, agitación, desorientación, ausencia de contenido y demandas claramente articuladas. De hecho, las protestas fueron la aglomeración de un “anti” imaginado como común, pero que en la práctica se desarrolló en la falta de cohesión. Lo que quizás sea más preocupante es la convergencia y la cooptación que las protestas revelan en cuanto a la performatividad de la resistencia. Un artículo publicado en Die Zeit por Nils Markwardt analizó la escena como una ilustración de “Diskursnapping”, o para ser más literal, de “speech hijacking”:
En el momento en que se suspende el devenir físico colectivo, la personificación performativa de un “nosotros”, porque para todo demócrata razonable la protección de los demás tiene indudablemente precedencia, este devenir está ocupado por un frente transversal y cada vez más amplio.
Markwardt sigue tomando como referencia tanto la teoría performativa de la presencia de Butler como el “derecho a aparecer” elaborado por Hannah Arendt:
Si el efecto de solidaridad que resulta de la proximidad mutua se transforma en una amenaza bajo el imperativo de la pandemia, ya que una muchedumbre no sólo simboliza la personificación del pueblo, sino que actúa como un centro muy real del virus, el elogio de la presencia elaborado por Butler choca con un límite biomédico… precisamente por esta razón son los manifestantes antivacunas los que hoy en día protestan, a través y con sus cuerpos, contra las limitaciones impuestas al cuerpo. Esto no hace que estas movilizaciones sean menos crueles, confusas o peligrosas. Pero sí ilustra cómo ciertos discursos son tomados del contexto liberal o de la izquierda, distorsionados y luego transportados a la derecha o incluso a través de las fronteras, como una crítica a la globalización, la ideología o las instituciones.
Tal cooptación, argumenta Markwardt, obliga a la izquierda a emplear narrativas más complejas de diferenciación:
La libertad de reunión y el convertirse físicamente en “nosotros” son principios centrales de la democracia, pero en este caso el imperativo pandémico de la protección mutua pesa más, por lo que el derecho a aparecer en la multitud se suspende temporalmente.
Esta necesidad de diferenciación tiene varias implicaciones estratégicas. Por ejemplo, quienes buscan respuestas sencillas y menos complejas en estos tiempos de incertidumbre y temor pueden encontrarlas cada vez más fácilmente en los discursos de los conspiradores y populistas de derecha.