El Observatorio de Sexualidad y Política (SPW, del inglés Sexuality Policy Watch) es un programa transnacional con sede en la Asociación Brasileña Interdisciplinaria de SIDA (ABIA). Lanzado en 2002 como International Working Group on Sexuality and Social Policy (IWGSSP), en 2006 su nombre cambió a Sexuality Policy Watch y, desde su creación, SPW ha colaborado ampliamente con investigadores, investigadoras y activistas de una amplia gama de países y es una fuente creíble de información actualizada sobre datos, resultados de investigaciones y debates públicos sobre las políticas de género y sexualidad.
Debido al alcance de nuestro trabajo, SPW publica en inglés, portugués y español. Esto se refleja en el diseño de nuestro sitio web. Parte del contenido publicado, como nuestro boletín periódico y los informes de investigación pertinentes, están disponibles en los tres idiomas, pero por lo demás los temas varían.
“El sexo es siempre político. Su politización implica un esfuerzo continuo por dibujar y sostener una linea imaginaria entre el sexo “bueno” y sexo “malo” que resultan de las “jerarquías de valor sexual” establecidas por la religión, la medicina, las políticas públicas y la cultura popular. Estas jerarquías funcionan del mismo modo que los sistemas ideológicos del racismo, el etnocentrismo y el chovinismo religioso. Racionalizan tanto el bienestar de los sexualmente privilegiados como la adversidad del ‘populacho’ sexual”. Pero en algunos momentos históricos, las negociaciones y los debates sobre el buen y el mal sexo son “más agudamente contestados y abiertamente politizados”. (Adaptado de Gayle Rubin, 1984)
En 2006, cuando SPW cambió de nombre y creó su primera página web, el panorama mundial era complejo y ya bastante sombrío. El prometedor clima de los años inmediatamente posteriores a la Guerra Fría se estaba desvaneciendo rápidamente bajo los efectos combinados de la penetración en curso de la racionalidad neoliberal, la creciente repolitización transcultural de lo religioso y, lo que no es menos importante, la “guerra contra el terror” emprendida enérgicamente por la administración Bush. En tales circunstancias, recuperamos la reflexión desarrollada por Gayle Rubin, en su clásico artículo de 1984 “Thinking Sex: Notes for a Radical Theory of the Politics of Sexuality” para aclarar la visión del SPW. Al hacerlo, observamos que los conflictos sociales y políticos relacionados con la sexualidad sobre los que Rubin nos advirtió, lejos de estar resueltos, eran más frecuentes que nunca y se manifestaban a escala mundial.
Si miramos retrospectivamente, a mediados del año 2000, la tensa situación de los derechos relacionados con el género y la sexualidad y las dinámicas sociales más amplias apuntaban hacia lo que vendría después. Menos de diez años después, las movilizaciones antigénero -cuyos principales argumentos habían ido madurando desde la década de 1990- estallaron concomitantemente en países europeos y latinoamericanos. No mucho después, se aprobó el Brexit y Trump ganó “inesperadamente” las elecciones presidenciales en Estados Unidos.
Mientras tanto, un ataque feroz contra el género puso en peligro el Referéndum sobre el Acuerdo de Paz en Colombia, instalando un patrón en serie de ciclones anti-género que alimentaron drásticos giros de ultraderecha que gradualmente remodelarían los paisajes políticos de las Américas y Europa. Le siguió la elección de Bolsonaro en Brasil, en 2018 y, después de más de seis años, no es excesivo decir que las elecciones al Parlamento Europeo de 2024, que resultaron en importantes victorias de la extrema derecha, constituyen el capítulo más reciente de este ciclo sombrío.
En todos estos casos y en otros -como la elección de Milei en 2023 en Argentina- estas tormentas electorales perfectas fueron precedidas y alimentadas por variados ciclones antigénero. Hoy en día, el fantasma del género, por retomar el marco de Judith Butler, puede decirse que es omnipresente en las corrientes políticas subyacentes en toda América y Europa, con muchas más ramificaciones más allá de estas fronteras. En 2024, la política contra el género es micropolítica, macropolítica y, cada vez más, una nueva forma de geopolítica cuyos contornos aún no hemos comprendido bien.