Sexuality Policy Watch [ES]

El ascenso de Georgia Meloni: una entrevista con Massimo Prearo

                                                                    Foto: https://massimoprearo.com/

SPW: Se ha hablado mucho en el extranjero sobre Giorgia Meloni, la política de extrema derecha que logró un ascenso meteórico en las encuestas, convirtiéndose en la primera mujer primera ministra de Italia. Queremos escucharte sobre su trayectoria. Pero, en primer lugar, ¿podría explicar el contexto de inestabilidad política permanente en Italia y el fracaso del gobierno de la coalición anterior?

Massimo Prearo: Debemos considerar que Italia es un país con múltiples fisuras políticas: la relación con el Estado, la relación entre la Iglesia y la religión, las desigualdades económicas, las diferencias entre el Norte y el Sur, la división entre el centro y la periferia, entre ciudades y áreas rurales, la relación entre generaciones, relaciones de género y dinámicas de racialización. Todos estos factores se entrecruzan y dan forma a los patrones de votación en las elecciones, lo que refleja afecto o desafección por los partidos políticos. También implican una arena pública muy divisiva. Hubo momentos en que estas divisiones crearon culturas políticas, relativamente arraigadas en ciertas regiones, y por lo tanto dieron cierta estabilidad al voto (de ahí la longevidad de la Democracia Cristiana hasta principios de los ‘90, por ejemplo). Pero, en los últimos años, hubo fluctuaciones importantes en los patrones de votación, por un lado, hacia una abstención cada vez mayor (36% en las últimas elecciones), pero también hacia lo que se percibe como una novedad, atrayendo voto marcado por una desconfianza en el sistema político establecido que la gente quisiera derrocar. Así se ha explicado en el pasado el voto a Berlusconi, al Movimiento 5 Estrellas, a la Lega de Salvini, y ahora a Giorgia Meloni y su partido Fratelli d’Italia. A estas condiciones estructurales habría que sumar también la inestabilidad de la ley electoral que en casi todas las elecciones produce distorsiones en el conteo de votos, a veces con dirección a un sistema proporcional, a veces con dirección a un sistema mayoritario. El resultado es una configuración política definida por la agitación permanente, donde los políticos tienen más interés en producir disrupciones que en buscar la estabilidad gubernamental. La historia de las últimas crisis gubernamentales en 2019, 2021 y 2022 muestra muy bien que la crisis política es, en Italia, un momento muy buscado y esperado por los partidos existentes, que lo perciben más como una oportunidad que como un problema.

SPW: Si bien hay una gran inestabilidad, quienes participaron en estas últimas elecciones tuvieron tiempo de asentarse en el panorama político. Giorgia Meloni, por ejemplo, es joven y puede presentarse como novedosa, pero ya ocupó un cargo ministerial en un gobierno anterior de Berlusconi. ¿Qué elementos de continuidad percibe en la evolución del panorama político institucional?

MP: Basta considerar que, a la edad de 86 años, Silvio Berlusconi vuelve a ingresar al Senado, después de haber sido destituido por sus asuntos legales y sus convicciones para darse cuenta de cuánta continuidad hay en el panorama político italiano. Pero esto no debe engañarnos. Es cierto, Giorgia Meloni ha estado en política durante mucho tiempo, pero en las elecciones de 2018 su partido solo obtuvo el 4,3% de los votos, en comparación con el 26% en la última. Esto significa que se abrió un espacio que Fratelli d’Italia supo llenar adecuadamente. Este espacio corresponde al ámbito del populismo ideológico de la derecha radical, que ha ido creciendo bajo el populismo de derecha radical oportunista de Salvini, por un lado, y el populismo de derecha blanda de los Berlusconi, por el otro. Sería un error ver esto simplemente como una continuidad.

SPW: Ha analizado el surgimiento de un movimiento neocatólico en la arena política italiana. ¿Podría explicar esta caracterización y cómo se articula esta tendencia con el surgimiento de la figura de Meloni, quien se presenta como mujer, madre, italiana y cristiana?

MP: He definido como neocatólico un proyecto político liderado por asociaciones ultracatólicas que se estructuraron como un movimiento en torno a campañas antigénero desde 2013. Es entonces cuando la versión italiana de La Manif Pour Tous (Protesta Por Todos) fue fundada en Roma, tras haber establecido un acuerdo para el uso del logo y el nombre con la francesa La Manif Pour Tous y, en particular, con Ludivine de La Rochère, su líder. Este es un proyecto político que propone una nueva versión del catolicismo en la política, despojado, por así decirlo, de su dimensión religiosa y traducido a un vocabulario secularizado, es decir, que moviliza argumentos filosóficos, antropológicos, biológicos o “científicos”. Por supuesto, los actores católicos son quienes lideran esta plataforma antigénero, antiLGBT, antitrans y antifeminista, pero su gramática política no proviene del catolicismo. No niega la identidad católica, pero constituye una nueva forma de hacer política y de movilizarse como católiques. Su trayectoria, desde 2013, ha sido muy exitosa. En 2018, uno de sus miembros fue elegido en el Senado como candidato de la Lega y, en 2022, una mujer fundadora de La Manif Pour Tous Italia fue candidata clave de Fratelli d’Italia. Al final no resultó elegida (por una peculiaridad en el conteo de votos, aunque obtuvo un número significativo), pero su candidatura ilustra cómo los Fratelli están muy cerca del movimiento antigénero. Se puede decir que es su expresión más exitosa, ya que la consistencia ideológica entre ellos es bastante evidente.

Giorgia Meloni siempre ha apoyado el movimiento antigénero. Ha prestado su voz a las reivindicaciones del movimiento antigénero y ha adoptado el vocabulario contra la «ideología de género» y contra el «lobby LGBT». Sobre todo, entendió que atacar las “políticas de identidad” es lo que el electorado de derecha ha estado esperando para retomar su batalla histórica contra la izquierda y contra los derechos de las minorías. A su juicio, los derechos de las minorías “destruyen” los tres pilares que ella despierta perennemente: Dios, la familia y la patria, cuando reivindica una genealogía política que se remonta al fascismo italiano.

SPW: Otro elemento llamativo de estas elecciones es la relativa debilidad de la izquierda, que se presentó como una coalición liderada por el Partido Demócrata. Esta coalición obtuvo el 26% de los votos, tanto como el partido de Meloni. ¿Cuál es su análisis del estado de la izquierda y de sus propuestas políticas?

MP: El fracaso de la izquierda en movilizar el voto en torno a un programa sólido y claro es resultado de un deterioro de la esfera progresista que no empezó con estas elecciones. Tomaría mucho más tiempo evaluar completamente esta trayectoria. Lo que me interesa en particular es observar cómo la mayoría de los partidos de derecha han podido establecer un estrecho vínculo de mutuo beneficio y apoyo con los nuevos movimientos conservadores, neocatólicos y antigénero, mientras que los principales partidos de la izquierda parecen dar por hecho el voto de activistas feministas y LGBT+. La abstención en las elecciones de septiembre de 2022 también indica que las fuerzas activistas que históricamente se ubican en la izquierda no están ligadas por relaciones electorales con los partidos que debieran ser su referencia política. En la izquierda, en mi opinión, la relación entre partidos y movimientos feministas y LGBT+ no ha resultado, en los últimos años, de un proceso de coproducción ideológica. Eso lo vimos claramente durante los debates sobre la propuesta de ley contra los delitos de odio LGBT en 2020 y 2021. Les diputades de izquierda -que habían presentado el proyecto de ley- no estaban preparades para luchar por él; no tenían el vocabulario necesario para defenderlo, ni los datos propios sobre discriminación y violencia que justificaban su aprobación. Ni siquiera demostraron un conocimiento preciso de leyes similares promulgadas en otros países de la Unión Europea, lo que es frecuente incluso dentro de asociaciones y movimientos LGBT+. Estos datos y argumentación se presentaron demasiado tarde en el proceso de debate de la disposición de la ley. Desde la derecha, los diputados lucharon contra el proyecto de ley con las mismas armas que los movimientos antigénero han desarrollado desde al menos 2013 y la izquierda no pudo responderles adecuadamente. Es cierto que los temas feministas y LGBT+ no son los únicos elementos que la izquierda plantea para unir a la gente. Aun así, estos temas están ahora en el núcleo duro del conflicto y distinción entre la derecha y la izquierda, al menos en Italia. En los últimos años la derecha radical ha reescrito su manifiesto ideológico, extrayendo de los movimientos neocatólicos y antigénero herramientas políticas y conceptuales para ofrecer una política fuerte, divisiva y, a menudo, revanchista. La izquierda mayoritaria no ha hecho su propia reconstrucción ideológica y, por lo tanto, tampoco es capaz de capturar los votos.

SPW: Meloni se sitúa claramente en reacción a los movimientos feministas y LGBT+, pero estos movimientos no figuran realmente en las propuestas de la coalición de centroizquierda. Me parece que asistimos al resurgimiento de una tradición feminista y LGBT+ combativa en Italia junto con la consolidación de sectores más institucionales e incluso ligeramente reaccionarios de estos movimientos. ¿Cuál es tu análisis del estado de los movimientos feministas y LGBT+ en Italia?

MP: No sé si los movimientos feministas y LGBT+ figuran o no en la agenda política de la coalición de centroizquierda; en parte sí, en parte es complicado. Pero no creo que ese sea el tema en cuestión. Más bien creo que esa alianza electoral transversal o, digamos, interseccional se ha construido para ofrecer una visión y un programa que podría funcionar reuniendo a todas las fuerzas que ahora enfrentan un frente reaccionario antigénero, antifeminista y antiLGBT+. Ahí es donde está la ola reaccionaria en Italia: está dirigida por la derecha. Esto no quiere decir que no existan colectivos LGBT+ o cierta corriente de feminismo que, por oportunismo o por convicción, aspiren a salir del perímetro «natural» de la izquierda para ocupar un lugar en otro lugar. Pero esto sigue siendo marginal, especialmente en el movimiento LGBT+. Menos marginales quizás sean ciertas ramas del feminismo que se definen a sí mismas como radicales y críticas de género. Este discurso feminista que se opone a algunas de las afirmaciones LGBT contemporáneas, es antigénero, antiLGBT+ y, en especial, se opone a las reivindicaciones de personas transgénero y no binarias, ha penetrado dramáticamente en el debate público en los últimos años, aunque parte de él proviene de grupos no organizados que actúan mayoritariamente en las redes sociales. El discurso antitrans en particular resuena más ampliamente porque se alinea completamente con toda la campaña contra la «teoría de género». También se apoya en el mismo vocabulario, contra los reclamos de derechos trans y las políticas que apoyan la autodeterminación de la identidad de género, especialmente cuando se trata de la identidad de género en la niñez y la adolescencia. En medio de esta ola de transfobia, han surgido grupos que reúnen a padres y madres de niñes trans que promueven terapias de conversión de identidad de género y cuestionan el concepto mismo de identidad de género, como Genitori De Gender (Padres Sin Género). Estos grupos están vinculados a redes francesas como el Observatoire de la petite sirène (Observatorio de la sirenita) o el colectivo Ypomoni; que a su vez también se cruzan con las redes de aquellas activistas que se dicen feministas radicales antitrans o antitransactivistas, a veces llamadas TERF (feministas radicales trans-excluyentes, por sus siglas en inglés).

Volviendo a los movimientos feministas y LGBT+ más ampliamente, me limitaré a decir que lo que observo en Italia es una presencia difusa y muy territorializada de asociaciones, grupos y colectivos muy activos que, adaptándose constantemente a sus contextos, forman parte de la genealogía de las luchas LGBT+. Van desde los más revolucionarios a los más institucionales, produciendo a veces mezclas con un impacto político muy fuerte, como es el caso de algunas ciudades, o incluso más significativamente en la nueva versión muy politizada del Orgullo de Bolonia. Hay diversas corrientes activistas, visiones políticas también divergentes y a veces en conflicto, pero estas corrientes no se desarrollan de manera aislada. Desde un punto de vista feminista, transfeminista y activista LGBT+, en mi opinión, la pregunta no es si está en movimiento, sino cómo mantenerse en movimiento, haciendo del movimiento una política.



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