Sexuality Policy Watch [ES]

Vándalos de bien en Cali: El relato de una profesora sobre las protestas en Colombia

En mi unidad, la noche de ayer, los habitantes nos vimos en la obligación de bajar a la portería a hacer guardia y esperar la supuesta llegada de los vándalos.

Vivo en un sector de estrato 5: mis vecinos son médicos, comerciantes, ingenieros. Gente bien. Pero, en la portería, mi sorpresa fue enorme: hombres y mujeres estaban armados con cuchillos, bates, tubos y hasta espadas ninjas (no bromeo). Después de unos minutos, escuché a varios, hombres y mujeres por igual, animando a los demás a unirse con el objetivo de matar a los que osaran venir a atacar sus bienes y su propiedad. Muchos blandian sus bates y tubos en el aire, de un lado a otro, como si estuviesen descabezando un muñeco imaginario. Cuando caí en la cuenta de la situación, me senté y empecé a ver todos los audios y videos que llegaban por wsapp. Y todos tenían algo en común: en ninguno se veía un solo vándalo de carne y hueso.

No había pruebas de que los vándalos existieran. Sólo había rumores e imágenes confusas de supuestas tomas y ataques. Pero nosotros, la gente de bien, ya estábamos dispuestos a matar y comer del muerto. Eso me aterró. Me dio miedo darme cuenta lo fácil que los colombianos podemos matarnos los unos a los otros: no es sino inventarse un fantasma, hacerlo circular por redes sociales y generar la sensación de que la propiedad privada está en riesgo, para sacar a flote el veneno del corazón de la ciudadanía y empezar a oír, entre las clases privilegiadas, enunciados como: «los que están haciendo eso son la basura de la sociedad» o «lo que hay que hacer es darles bala» .

La gente bien de esta ciudad es la que habló así y obró así. Anoche. Yo sí tengo las pruebas. Lo curioso es que al final nunca llegaron los vándalos. Nadie los vio, por lo menos en mi sector. A nadie robaron. El fantasma de los vándalos tomó posesión del cuerpo de los supuestos caleños de bien y, por un instante, muchos estuvieron dispuestos a iniciar una masacre. A exterminar la escoria con pistolas, cuchillos, tubos y espadas ninja. Entonces, por un instante, tuve u a revelación: ¿Dónde estaban las vándalos? Estábamos allí, parados a las 11 p.m. en las porterías de las unidades de estratos 4,5 y 6, armados y dándonos ánimo para seguir haciendo correr el río de sangre que, ya de por sí, desde hace mucho tiene a este país desangrado. Nosotros fuimos, por una noche, los vándalos.

por Vilma Penagos Conhca



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