Sexuality Policy Watch [ES]

Monstruos debajo de la cama: La malintencionada estrategia de intentar asociar la pedofilia con el movimiento LGBT

Una serie de memes y de mensajes volvieron a circular recientemente por todo el continente con el objetivo de alertar sobre un supuesto movimiento que estaría buscando normalizar la pedofilia. ¿Qué hay detrás de esta estrategia? ¿Cómo y de quiénes debemos proteger a los niños?

Por Andrea Domínguez 

En el grupo de WhatsApp de los vecinos todos son personas conocidas, razonables, confiables. Por eso, si el abogado del 502 comparte la “noticia” de que la Organización Mundial de la Salud tiene una iniciativa para normalizar la pedofilia, pues debe ser cierto, ¿verdad?

No, es fake. Tan fake como la autoría de textos de autoayuda que les adjudican a Gabriel García Márquez y a Jorge Luís Borges y como tantas noticias falsas que circulan como virus en nuestro pandémico mundo.

Con cierta periodicidad, el tema de la pedofilia resurge en las redes sociales como un instrumento eficiente para generar pánico. Y con razón porque ¿qué puede ser más asustador que regularizar una conducta que pone en peligro a los niños? Sólo la realidad de un país como Colombia en el que cada día son abusados sexualmente 64 niños, sin contar los subregistros.

El tour virtual más reciente de la pedofilia como campaña de miedo se inició en las redes sociales a mediados de mayo de 2020. En esta ocasión, el objetivo de la campaña ha sido vincular a un presunto movimiento pedófilo con la comunidad LGBT.

Según estos memes y mensajes, el supuesto movimiento pedófilo MAP, divulgado como “Movimiento Activista Pedófilo”, estaría buscando su inserción dentro de la comunidad LGBT para posicionar a la pedofilia como una orientación sexual más.

Los mensajes, que circularon inicialmente por Facebook y Tweeter pero que luego se extendieron a través de cadenas de WhatsApp utilizaron recursos retóricos y visuales para confundir desprevenidos y para reafirmar en sus certezas a quienes navegan por las redes a bordo de sus sesgos de confirmación.

Dos de los recursos principales de este ataque a la reputación de la comunidad LGBT fueron la divulgación de una supuesta bandera de la pedofilia, sospechosamente parecida a la bandera que identifica a las personas trans y la celebración del “día del orgullo pedófilo”, el 24 de Junio, en peligrosa cercanía al día del orgullo LGBT que se celebra cada 28 de junio. De esta forma, el público hace asociaciones automáticas entre unos y otros.

A partir de ahí, toda una serie de versiones no oficiales complementaban el tejido de esta falacia, entre ellas la invención de que la OMS estaría buscando sacar a la pedofilia de su lista de trastornos mentales, como lo habría hecho con la homosexualidad en 1972. De nuevo el vínculo pernicioso con la comunidad LGBT.

Confunde y reinarás

Para empezar a desenmarañar este enredo, hay que comenzar por aclarar los términos. La pedofilia está catalogada en la Clasificación Internacional de Enfermedades como un trastorno de la preferencia sexual en el que dicha preferencia se centra en los niños, varones o mujeres, o ambos, por lo general en edad prepuberal o recientemente púberes.

Ni la OMS está planeando desclasificarla como trastorno, ni existe relación alguna entre la pedofilia y las orientaciones sexuales diversas. Por otro lado, muchos países -entre ellos Colombia- no pueden despenalizar la pedofilia porque, en primer lugar, no está penalizada. Lo que se penaliza es la pederastia (abuso sexual de menores ), es decir, la puesta en práctica de la pedofilia.

En segundo término, no existe el llamado Movimiento Activista Pedófilo. En realidad, la sigla MAP ha sido utilizada ampliamente por la comunidad científica y terapéutica para referirse a las personas atraídas hacia menores de edad, o Minor Attracted Person en inglés, de donde se desprende realmente el acrónimo MAP.

La organización estadounidense B4UAct ofrece apoyo terapéutico a personas que se sienten atraídas hacia niños y niñas. Como lo explica Allen Bishop, codirector científico de B4UAct (“Antes de que actúes”), MAP no es el nombre de ningún movimiento pedófilo.

“Es un término usando no sólo por personas que se sienten atraídas hacia menores de edad sino por investigadores y terapeutas que están trabajando con estas personas. Al revisar la literatura científica contemporánea se evidencia que este término es ampliamente utilizado por dos motivos: primero, porque comprende no sólo a los pedofilos (individuos atraídos por niños en etapa prepuberal) sino también a los hebefilos (individuos atraídos hacia niños en etapa puberal) y en segundo lugar, porque la sigla MAP ayuda a diferenciar entre la atracción y la acción, mientras que la palabra “pedófilo” hoy en día es típicamente usada para referirse a alguien que abusa de los niños y no para alguien que se siente atraído hacia ellos”, explica Bishop.

La palabra pedofilia genera escalofríos en los padres y madres de familia. Sin embargo, el pánico se suele enfocar en este concepto clínico más que en el hecho concreto de que el abuso sexual de niños y niñas es cometido mayoritariamente por hombres que tienen una vida sexual adulta con mujeres y que no se identifican como pedófilos (en el sentido de experimentar una atracción sexual exclusiva hacia niños y niñas) y que en gran medida pertenecen al círculo cercano del niño o la niña abusados.

En Colombia, según cifras del sistema Integrado de Información sobre Violencias de Género, SIVIGE- que es operado por el Ministerio de Salud y Protección Social- el 2018 se reportaron 28.326 eventos de violencia sexual, de los cuales, 23.635 corresponden a niñas, niños y adolescentes, es decir, el 83% del total de los reportes.

De esos 23.635 casos de violencia sexual contra menores de edad en el país, 85% fueron contra niñas y jóvenes menores de 18 años, siendo las niñas entre 10 y 14 años las más vulneradas, con 10.258 casos del total de 23.635.

Este mismo informe ratifica que un 76.56% de estos abusos tuvieron lugar en la propia vivienda y que fueron cometidos por personas que en un 77.24% eran cercanas a la víctima pues eran familiares (45.08%), conocidos (23.06%) o amigos de su familia (9.10%). Los padres representaban el 13.59% de los agresores y las madres el 2.32%.

De manera que si estamos persiguiendo pedófilos envueltos por ahí en banderas rosadas, de esos que pintan en las redes sociales como activistas furiosos que saldrían a marchar por sus derechos, tal vez estamos perdiendo de vista al elefante en la habitación, al monstruo debajo de la cama.

En la propia casa

La psicóloga Isabel Cuadros, directora de la fundación Afecto, ha trabajado durante décadas con niños, niñas y jóvenes víctima de abuso sexual. Ella ha vivido en la experiencia clínica lo que dicen fríamente estas cifras: que la mayoría de los agresores sexuales son conocidos de la víctima. “Incluso hay estudios, por ejemplo de la investigadora Carla van Dam, que identifican la figura del padrastro como de muy alto riesgo, pues se ha perfilado a un tipo de hombre que se dedica exclusivamente a buscar mujeres con hijos para posteriormente victimizarlos; otras figuras de peligro son el papá, los familiares y los  allegados”.

De hecho, agrega la doctora Cuadros, la cercanía de la víctima con su victimario es uno de los aspectos más difíciles de toda la terapia. “En el abuso sexual cometido por alguien cercano al niño hay un componente muy grave, que es la traición, esto es lo más traumático, porque con el paso del tiempo la víctima se da cuenta de que su victimario le mintió, le dijo que era su novio, que eso era normal, o que los papas iniciaban en la sexualidad a las hijas y al darse cuenta del engaño pues se sienten invadidos en su corporalidad, sucios, con su proyecto de vida roto”. Este es el tipo de trauma con el que tiene que lidiar mayoritariamente la doctora Cuadros día a día con sus pacientes.

No quiere decir, por supuesto, que no exista el abuso sexual violento, el cometido por el desconocido que secuestra a un menor, lo viola y con frecuencia lo asesina. Los Uribe Noguera, los Garavito de este mundo. Pero las cifras nos llaman a mirar hacia el interior de la familia y de la comunidad, donde figuras de autoridad muchas veces pueden mantener situaciones de abuso sexual durante años, investidos de su supuesta respetabilidad, como en el caso de los abusos sexuales cometidos por sacerdotes católicos, pero también por otras figuras de autoridad.

Y no sólo se trata de Colombia, esta es una realidad internacional. El pediatra estadounidense Walter Lambert, especializado en abuso sexual infantil, explica que la gran mayoría de personas que abusan sexualmente de niños o niñas son heterosexuales en su vida sexual adulta.

“Mayoritariamente, se trata de hombres que quieren tener sexo y punto. Son oportunistas y toman lo que quieren. El niño o la niña son objetivos fáciles; el abusador ve que puede manipularlos fácilmente para obtener lo que quiere y recurre a ellos. Usualmente, no querrá asustarlos, ni lastimarlos físicamente, querrá que el niño coopere con ellos en este llamado “juego” para poder repetirlo y para hacerlo hará uso de su autoridad y hacerle creer al niño que lo que está ocurriendo está bien. Es verdad que existen algunas personas con una preferencia sexual exclusiva hacia niños y niñas de tal o cual edad, o con unas determinadas características, pero la gran mayoría de los abusos sexuales son cometidos por este perfil del hombre heterosexual cercano al entorno familiar”, explica Lambert.

El mito del homosexual

Por eso, Lambert desestima la acusación generalizada en este tipo de campañas de que los abusadores de niños son mayoritariamente homosexuales.”Como he dicho, muchos agresores son hombres con una vida heterosexual en sus relaciones adultas y que abusan de niños simplemente porque pueden hacerlo, sin importarle realmente si la víctima es niño o niña sino que lo hacen porque se tata de una persona vulnerable, de la que pueden sacar lo que quieren. Por eso yo veo que en ese esfuerzo de vincular la pedofilia con la homosexualidad hay una intención deliberada de hablar mal del movimiento LGBT, tal vez con propósitos políticos y en parte para decirle a la sociedad ‘los malos son los otros, no nosotros’ los abusadores son los homosexuales, no nosotros los heterosexuales”, puntualiza.

Pero el experto agrega que gracias justamente a un cambio en esta percepción es que se han logrado bajar las tasas de abuso sexual en Estados Unidos en los últimos 20 años. “Antes le decíamos al niño, mucho cuidado con los extraños“stranger, danger” (extraño igual a peligro) era el lema; y sí hay que tener cuidado con los extraños. Pero hemos visto, a partir del escándalo de abuso sexual en la Iglesia destapado en los años 2000, que los estadounidenses entendieron que de verdad, el abuso ocurre en el entorno cercano, en las parroquias ricas y pobres; el agresor más probablemente será un miembro de la comunidad o de la propia familia; les tenemos que creer a los niños cuando nos lo dicen y es nuestro deber como adultos protegerlos de estas personas”.

De hecho, varios estudios han desestimado la relación automática que muchos sugieren entre pedofilia y homosexualidad. Uno de ellos es el estudio realizado en 1989 por Kurt Freund del Clarke Institute of Psychiatry en Canadá, en el que los científicos le mostraron fotos de niños y niñas a hombres homosexuales y heterosexuales para medir su excitación sexual.

El hallazgo fue que los hombres homosexuales no reaccionaron de manera más fuerte a las fotos de niños de lo que reaccionaron los hombres heterosexuales a las fotos de niñas. Un metaanálisis  de Gregory Herek, profesor emérito de psicología en la Universidad de California y autoridad reconocida internacionalmente en cuestiones de minorías sexuales, incluidos el estigma, los prejuicios y la violencia basados en la orientación sexual, dice que los datos empíricos no muestra que las personas homosexuales o bisexuales estén más predispuestas que las heterosexuales a abusar de los niños.

El abuso naturalizado

Para ahondar en esta actitud generalizada de la sociedad de buscar la fiebre en las sábanas en este tema del abuso sexual, vale la pena hablar del matrimonio infantil y la unión temprana.

Estas prácticas son otra forma de abuso frente a la cual la sociedad no se suele escandalizar, aunque en muchos casos implique explotación sexual y laboral de las niñas. La psicóloga y sexóloga Maryi Rincón ha trabajado durante años con víctimas de abuso sexual en ciudades y regiones rurales de Colombia y ella llama la atención para el caso de las relaciones entre niñas y adolescentes con hombres mucho mayores a ellas, uniones consentidas por sus propias familias.

“En el campo y en los pueblos de Colombia es frecuente encontrar niñas de 14 años en unión libre con hombres de 36, de 40 años. Estos hechos se amparan en que la edad legal de consentimiento es 14 años pero en realidad lo que estamos viendo es un abuso de poder, de parte de un adulto frente a una joven que aún no es madura ni física, ni congitiva, ni psicológicamente”, expresa Rincón.

Sólo en un contexto cultural así se explica que un locutor de radio, Fabio Zuleta, hubiera negociado con total desparpajo y tono de broma durante una transmisión por redes sociales la compra de jóvenes indígenas wayúu con un palabrero de la comunidad.

Según Eugenia López de la organización Girls not Brides (Niñas, no novias), en el continente hay una prevalencia de 25% de matrimonios infantiles, es decir, 25% de las niñas del continente están casadas antes de cumplir los 18 años. En Colombia la prevalencia es de 23%.

Varios factores influencian esta situación: la pobreza, la falta de escolaridad de loas adolescentes, la concepción familiar de que la hija es una “carga” y que al casarla o hacer que se unan en pareja con un hombre que provea para ella resolverán esa “carga”, etcétera.

Todo esto tiene que ver con una concepción cultural arraigada del supuesto menor valor de las niñas con respecto a los niños y es, como explica López, consecuencia de la desigualdad de género. “Las mujeres somos educadas para ser madres y esposas y entonces el pensamiento de la gente en esas circunstancias es, pues para que atrasar ese destino, si igual va a formar afilia pues que lo hagan de una vez. Esto trae una serie de consecuencias, por ejemplo, tenemos identificado que la violencia aumenta para las niñas que se unen antes de los 15 años el doble”.

¿Quién pretende confundir?

Tanto en Colombia como en Estados Unidos y en otros países del continente americano, cíclicamente regresa al debate público el tema de la pedofilia como gatillo para activar ciertas discusiones. En esta ocasión se ha usado para vincular a los pedófilos con la comunidad LGBT.

En 2017, en 2018 y en 2020, la plataforma de fact checking (o verificación de noticias falsas) Snopes, identificó varias de estas campañas que parecen haber inspirado a las que posteriormente circularon en nuestro país y en otras naciones vecinas.

Una de estas campañas pretendía hacer creer que cuando la sigla LGBT+ se ha presentado con el símbolo más al final lo que está comunicando es que se prepara para agregar la “P” de pedofilia. Otra de estas iniciativas difundió recientemente de que el movimiento MAP -sí, ese que no existe- pretende instaurar el concepto de “edades fluidas” en una clara alusión a las orientaciones sexuales fluidas, sólo que en este caso, los pedófilos estarían intentando convencer al mundo de que la edad es un concepto arbitrario y que si un adulto de 40 años se siente como un niño de 12, pues es libre de serlo.

Está claro que hay un interés consistente en atacar a la comunidad LGBT. Lo que no está claro, en el más reciente ataque, es quién exactamente abdujo las sigla MAP de su contexto terapéutico y la introdujo en una campaña de mensajes para vincular la pedofilia al universo LGBT. Caso muy común en redes sociales, pero no por ello, menos peligroso.

La investigadora de datos y redes Cristina Vélez, de Linterna Verde, ha pesquisado fenómenos como estos enfrentando siempre las mismas dificultades: debido a la protección de la privacidad de los usuarios, no es posible determinar a ciencia cierta si las cuentas que originan los mensajes pertenecen a quien dicen pertenecer y si están en el lugar geográfico que afirman estar. Mucho menos se puede estar seguro de la veracidad de su contenido.

“Las redes sociales son intermediarios de internet, similar a lo que ocurre con plataformas como Uber. Las redes se plantean a sí mismas no como un espacio real sino como una tubería por donde pasa la información y se presentan como facilitadores del flujo de información. Su labor no es proteger derechos de nadie, no son una entidad pública, y argumentan que saber dónde está la gente, no es función de las plataformas”, expresa Vélez.

Según la investigadora digital, a menos que se trate de una investigación judicial bastante sofisticada y costosa, es virtualmente imposible establecer quién es la persona real detrás de una determinada cuenta en una red social, saber su ubicación geográfica e incluso, saber si el perfil es real y si quien publica realmente piensa como dice que piensa. “Hay muchas maneras de engañar el algoritmo, cambias el handler -nombre del tweeter- cambias el IP, cambias la foto, entonces es muy difícil establecer de dónde vienen estos ataques. Lo que sí podemos estudiar y es lo que hacemos, es ver cuáles son las cuentas que amplifican determinado mensaje”, explica.

La paradoja, según la experta, es que en “temas trampa”, si la parte atacada -en este caso la comunidad LGBT- reacciona y niega la acusación, necesariamente está amplificando una narrativa así sea para contradecirla y como en las redes, lo que importa muchas veces no es lo que se dice sino que se haga ruido, la comunidad LGBT estaría dándole más voz a las acusaciones en su contra. Pero por otro lado, si no se pronuncia contra un mensaje falso que la involucra, estaría cayendo en un silencio que también puede ser utilizado en su contra.

Ello explica que muchos de los amplificadores de estos memes y mensajes calumniosos vinculando a la comunidad LGBT y a la pedofilia han sido personas que pertenecen a este colectivo, pues muchos se apresuran a condenar la vinculación con la pedofilia.

Es verdad que en los años 90 hubo un acercamiento entre NAMLA, North American Man Boy Love Associaton -una organización que defendía la pedofilia de manera activa- y un organismo denominado ILGA, International Lesbian, Gay, Bisexual, Trans and Intersex Association pero este acercamiento se rompió definitivamente poco después. Sin embargo, ese precedente ha sido reciclado en repetidas ocasiones para argumentar falsamente que la comunidad LGBT avala la pedofilia.

Otro ejemplo de la instrumentalización del tema de la pedofilia en contra de la población LGBT se presentó cuando se discutió el tema de la adopción por parte de parejas del mismo sexo. El abogado experto en derechos de la infancia y adolescencia, especialista en derecho de familia y profesor de la Universidad Nacional de Colombia, Alejandro Ruiz Caicedo, ha estudiado de cerca el asunto.

“Hay ignorancia frene al tema y una recurrente asimilación de la pedofilia a la comunidad LGBT; en el fondo es un argumento que se usa para discriminar debido a la orientación sexual. Lo cierto es que un sinnúmero de estudios han demostrado que los niños criados por familias homosexuales no presentan el más mínimo asomo de alteración en su salud mental. De acuerdo con la academia American de Pediatría, la literatura disponible en más de 30 años de investigación indica que no existen efectos en la salud y el bienestar de los menores derivados de la orientación sexual de sus padres y que el bienestar de los niños y niñas adoptados se ve más afectados por aspectos como la ausencia de soporte social y económico en la familia”.

Fenómeno continental con tintes políticos

Los memes y mensajes que nacieron en perfiles que actualmente están desactivados, fueron retomados por otras personas hasta hacer carrera en la red y terminar en ciertos medios de comunicación convencionales del continente. Diarios como el Mostrador, de Chile, El Heraldo, de México y El País, de Honduras, retomaron los rumores y reprodujeron la noticia de que un movimiento llamado MAP estaría buscando la normalización de la pedofilia en la sociedad.

En Brasil, el tema no ha circulado con los mismos actores. Es decir, no se ha hablado del movimiento MAP como impulsor de la pedofilia o de sus supuestos vínculos con la comunidad LGBT, sino que se ha acusado en redes sociales a miembros de partidos opositores y a críticos del gobierno de defender la pedofilia.

La investigadora brasileña Sonia Côrrea, estudiosa de temas de igualdad de género y codirectora del Sexuality Policy Watch (SPW) -un foro global dedicado a la investigación de tendencias globales en temas de sexualidad relacionadas con la política y con políticas estatales- nota que el tema de la pedofilia resurgió una vez más en Brasil recientemente.

“Cuando empieza esa ola de viralización del tema de los MAP en Estados Unidos y en otras partes del continente, en Brasil se empieza a movilizar el tema de la pedofilia, pero con la diferencia de que aquí esto surge del propio gobierno. El mismo Bolsonaro, el hijo de Bolsonaro que es diputado, la ministra de la Familia, la Mujer y los Derechos Humanos y recientemente el nuevo Ministro de Justicia, todos han colocado el tema de la pedofilia como prioritario en la agenda del gobierno” explica la investigadora.

La retórica oficial es que la izquierda pretende normalizar la pedofilia en el país pero que el gobierno Bolsonaro, en cabeza de su Ministra de la Familia, la pastora evangélica Damares Alves, está a la cabeza de la lucha contra ese intento.

La empresa de análisis de datos Máquina Soluções realizó un informe al respecto y concluyó que la viralización de mensajes sobre la pedofilia obedecía a la necesidad del gobierno de crear un problema -la amenaza pedófila- y luego ofrecer una solución, el gobierno de Bolsonaro y sus políticas de endurecimiento al combate del crimen. El objetivo sería desviar la atención del alarmante número de muertes por COVID19.

En un  análisis amplio de este fenómeno, Côrrea ubica a la pedofilia como otro recurso más bajo el paraguas de la llamada “ideología de género”, que ella denomina como un espantapájaros porque es un invento, un significante vacío dentro del cual caben todo tipo de asuntos que se traen a debate público en el momento conveniente para determinada agenda.

“El matrimonio homosexual, la educación sexual de niños y jóvenes, la pedofilia son ese tipo de temas que se utilizan alternativamente para generar pánico moral y generar apoyo masivo para determinadas acciones. En el pasado esto ya se usó, como cuando se dijo que había un kit gay que pretendía homosexualizar a los niños en las escuelas o más recientemente cuando la ministra Alves lanzó su campaña contra la pedofilia”, explica  Côrrea.

Este fenómeno guarda similitudes con lo que actualmente sucede en Estados Unidos con la críptica agrupación conocida como QAnon (por Q, que es la sigla con la que se identifica a su creador y por “anon” como abreviación de anónimo).

Este grupo se dedica a divulgar noticias falsas que soportan la teoría conspiradora según la cual un grupo de adoradores de satán, muchos de ellos del partido demócrata, orquestan una red internacional de abuso sexual de niños y cuyo principal objetivo inmediato es derrotar al presidente Donald Trump, quien estaría combatiéndolos a ellos y a la pedofilia que promueven.

Côrrea llama la atención para el hecho de que QAnon no es la única teoría conspiradora contagiando las redes sociales. La Alliance Defending Fredom es otra organización, en apariencia más moderada, que tiene conexiones con América Latina y que ha estado muy activa en la creación de diversos organismos como la propia Anajure, Asociación Nacional de Juristas Evangélicos, creado en 2013 en Brasil.

Así que el tema está lejos de terminar. Volverán los memes, volverán las fake news. Con las elecciones presidenciales en Estados Unidos es mucho lo que va a circular sobre el tema de la pedofilia y como siempre, cabe esperar que estos mensajes virulentos contagien al resto del continente justo en momentos en los usuarios de las redes piensan cada vez menos antes de hacer click en “reenviar”.

 

*Irene Alonso contribuyó en la investigación para este artículo.

Este artículo fue publicado originalmente en Sentiido.



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