Brasília, 15 de junio, una acción de la Policía Federal arrestó la activista antigénero Sara Winter y otros cinco miembros del grupo “300 de Brasil” en el marco de una investigación secreta sobre las demostraciones ocurridas en el 19 de abril en contra la democracia y sus patrocinadores. El Fiscal General Adjunto Humberto Jacques de Medeiros fue quien hizo la petición a la Suprema Corte para la detención preventiva de los miembros del grupo teniendo en cuenta la Ley de Seguridad Nacional. La petición fue recibida por el ministro de la Suprema Corte (STF) Alexandre de Moraes que emitió la orden. Las demostraciones organizadas por grupos pro Bolsonaro defienden un golpe militar para la toma total de poder y el grupo “300 de Brasil” a cada manifestación viene exhibiendo actitudes más y más violentas.
Antes de su arresto Winter tuvo computadora, celular y tablet confiscados también por decisión del Ministro Moraes, en razón de otra investigación también llevada a cabo por el STF contra las fake news promovidas por partidarios de Bolsonaro. En esa ocasión Winter recurrió a las redes sociales para amenazar frontalmente al ministro Moraes y así accionar a sus simpatizantes evocando la figura de la madre de familia víctima de la persecución de los jueces del STF. De ese modo logró recibir un mensaje de solidaridad del diputado Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente.
Desde el 2019, la Suprema Corte es uno de los principales blancos de bolsonaristas que la acusan de “activismo judicial” con el único objetivo de perseguir al gobierno de Bolsonaro mientras “deja fuera de la cárcel a los verdaderos criminales”, es decir, “asesinos, violadores, pedófilos y corruptos”. Estos ataques se han intensificado enormemente en los últimos tres meses, ya que, en el contexto de la pandemia de la Covid-19, Bolsonaro profundizó y amplió la promoción del caos que sustenta su desgobierno y los procesos permanentes de erosión democrática decurrientes de ello.
Además de participar de demostraciones que piden tanto el cierre del Congreso como de la Suprema Corte y el retorno del régimen militar, Bolsonaro, desde marzo, descartando los datos científicos y las recomendaciones de la OMS, viene poniendo en tela de juicio la gravedad de la pandemia afirmando que el aislamiento social “mató la economía”. Por un lado, la negación de la gravedad de la pandemia y, por otro, la insistencia en una conducta limitada de atención a la Covid-19 resultó en la salida de dos ministros de salud en menos de un mes. En otras áreas críticas del gobierno, como la educación, el medio ambiente y la seguridad pública, la pandemia actúa como una cortina de humo, ocultando omisiones, desmantelamientos y la implementación de medidas arbitrarias (véa una compilación).
Para conducir el Ministerio de Salud nombró a un general como ministro interino que, a su vez, intensificó el proceso de sustitución de docenas de profesionales y técnicos expertos en salud pública – que ocupaban puestos clave en el ministerio – por militares sin vínculo con el área de salud. Como primeras medidas del ministro interino, aparte de la militarización del ministerio, se cambió la forma de tratamiento y publicación de los datos y pasaron a retener, entre otras cosas, las informaciones sobre el número de infecciones y muertes por Covid-19. El interino también organizó la distribución generalizada e irresponsable de cloroquina como prevención y tratamiento de la Covid-19 en todo el país.
Sergio Moro, el héroe de las investigaciones anticorrupción que derrocaron a Dilma Rousseff y llevaron Lula a la cárcel, a finales de abril renuncia al cargo de Ministro de Justicia. Moro atribuyó su decisión a Bolsonaro, quién lo estaría presionando para que cambiara la dirección de la Policía Federal para defender los intereses de sus hijos. La salida de Moro también en investigaciones penales y judiciales por la Suprema Corte sobre las acusaciones formuladas por el ex ministro. Desde entonces, por un lado, el escenario político se ha vuelto aún más tumultuoso y, por otro, la Suprema Corte ha ganado centralidad como institución para frenar la creciente voluntad de expansión de poder del Ejecutivo.
El campamento “300 de Brasil”, dirigido, entre otros, por Sara, se instaló cerca de la Esplanada de los Ministerios una semana después de la dimisión de Moro. Su objetivo declarado era defender a Bolsonaro, el “líder amenazado”, por la traición de Moro y pedir una “intervención popular”. El grupo se asemeja a una falange fascista con rasgos similares a los movimientos de la actual extrema derecha europea. Sara y otros de sus líderes hicieron menciones públicas defendiendo la “ucranización” de Brasil a parte de confirmar, en una entrevista para la BBC, que había armas en el campamento.
En la noche del 31 de mayo los “300”, delante del edificio de la Suprema Corte, hicieron una manifestación con antorchas y antifaces, muy semejante al repertorio de imagético de la Ku Klux Klan. En el 13 de junio, dos días antes del arresto de Winter, el Ministerio Público ordenó la suspensión del campamento, como reacción, ella publicó un vídeo en sus redes conclamando a Bolsonaro a reaccionar: “¡Presidente, reaccione!”. En ese mismo día los miembros del campamento, a su vez, invadieron la parte superior de la cumbre del edificio del Congreso. Y en la noche, miembros del “300” y de otros grupos hicieron un destello de fuegos artificiales sobre el edificio de la Suprema Corte simulando un ataque armado.
Del feminismo al antiaborto y luego al falangismo
Sara Fernanda Giromini comenzó su carrera política como “feminista” en 2011, cuando ganó las primeras páginas de los periódicos y las pantallas de las redes sociales con los senos desnudos y el cuerpo pintado. Fue la fundadora del capítulo brasileño del grupo ucraniano Femen y, en esta encarnación, hizo algunas actuaciones contra el machismo tóxico del entonces diputado Jair Bolsonaro.
Según las feministas que la conocieron en esa época, Sara tenía actitudes y opiniones que radicalmente distintas de la agenda feminista. Para empezar su apellido de elección está inspirado en la verdadera Sarah Winter, famosa espía nazi británica. La Sara Winter brasileña tenía un tatuaje de la esvástica y defendía ferozmente la castración química para violadores, una directriz que más adelante sería incorporada por el bolsonarismo. Pero, en aquel momento, nada de eso fue objeto de mayor atención o crítica por parte de los medios de comunicación, de la academia o incluso del feminismo. Su performatividad y capacidad de atraer la atención prevalecieron.
En 2012 fue expulsada del Femen por uso irregular de dinero, según la coordinadora Inna Schevchenko, un hecho que Winter niega. Su “conversión” al catolicismo y al antifeminismo ocurrió tres años después cuando hizo una serie de publicaciones y un video pidiendo perdón a los cristianos por sus “pecados pasados”. En la misma época publicó el libro “¡No Bitch! Siete veces en que fui traicionada por el feminismo”. Desde entonces, se convirtió en la chica de la propaganda, la cara joven de los movimientos antiaborto y antigénero en Brasil.
En 2018 se vuelve una figura prominente en la campaña electoral de Bolsonaro además de ser candidata a diputada estadual por el partido liberal de derecha DEM (no fue elegida y este año cuando su nombre fue incluido en las investigaciones del STF fue expulsada del partido). En agosto de 2018 organizó el I Congreso Brasileño Antifeminista en Río de Janeiro, en colaboración con Ana Caroline Campagnolo (elegida diputada en el estado de Santa Catarina por el PSL, el antiguo partido de Bolsonaro). Campagnolo fue alzada a la fama conservadora en 2016, en la ola del movimiento Escuela Sin Partido, por haber demandado judicialmente a excusa de persecución religiosa a su asesora del Master, la profesora Marlene de Fáveri (UDESC), reconocida académica en estudios de género y feminismo. La demanda fue denegada por la justicia en 2018. Las dos organizadoras, con fuertes vínculos religiosos (Winter con la iglesia católica y Campagnolo con la Presbiteriana), tras haber sido cancelado el evento en una Facultad privada, alcanzaron realizar el evento en el salón parroquial de una importante iglesia católica, con la aprobación de la Arquidiócesis. A parte los grupos religiosos radicales, Winter también se unió a grupos seculares, como el Movimiento Brasil Libre (MBL), en las protestas contra la exhibición del QueerMuseo.
Con la elección de Bolsonaro, Winter se convirtió en una empleada del Estado. Entre abril y octubre de 2019, lideró la Coordinaduría de Atención Integral al Embarazo y la Maternidad del Ministerio de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos, trabajando con la Ministra pastora Damares Alves, quien la ha elogiado en varias ocasiones. Al dejar el cargo, por razones desconocidas hasta la fecha, realizó varias giras por América Latina (véanse los registros de la Argentina, Colombia y el Uruguay) compartiendo su trayectoria como ex feminista y promoviendo el lema “salvemos las dos vidas”. A principios de 2020, estuvo en El Salvador y México, viaje por la cual fue detenida temporalmente por motivos migratorios en Cancún. En esa ocasión, Winter atribuyó su detención a la persecución de la Ministra del Interior de México, Olga Sánchez García, por sus posturas contra el aborto y recibió la solidaridad de grupos y actores antiabortistas y antigénero de varios países, entre ellos el argentino Agustín Laje, conocido por sus escritos contra “la ideología de género y el entorno cultural”.
A modo de conclusión
Es importante comprender que el arresto de Winter no se produjo por sus posiciones antigénero y antiaborto sino por su participación en actividades políticas antidemocráticas y anticonstitucionales. Además, como observó el columnista político Bernardo de Mello Franco, Winter hizo todas las provocaciones posibles para convertirse en el blanco de una acción policial. Por otra parte, su trayectoria es muy ilustrativa de los vínculos y sus ramificaciones entre el antiaborto, el fanatismo antigénero y las formas contemporáneas metamórficas del Ur-Fascismo, para rescatar las reflexiones magistrales de Umberto Eco.
También hay que decir que el arresto de Winter no es ni el principio ni el fin de nada. Es sólo otro capítulo del catastrófico pandemonio político brasileño cuyo desarrollo no puede predecirse tan fácilmente. Por el contrario, no es difícil predecir que la detención ha aumentado la visibilidad de Winter en los medios de comunicación, convirtiéndola potencialmente en el nuevo mártir del neopatriotismo erudito, lo que no es poca cosa en el registro de una ideología fuertemente guiada por la lógica del sacrificio.
Por último, como señala Isabela Kalil, mencionada en el artículo de Mello Franco, además de los beneficios políticos que Winter puede obtener de la acción policial de esta semana, sus provocaciones y el consiguiente castigo tienen un fuerte efecto de distracción. En lugar de debatir la carnicería resultante de la Covid-19, que hasta el momento llevó la vida de más de 50.000 personas en el país, estamos discutiendo una profecía autocumplida pues en las últimas seis semanas Sara hizo todo lo posible para ser detenida. Esta conducta no es un rasgo individual sino que refleja el modus operandi que permite al bolsonarismo lograr, pari e pasu, la cada vez más profunda y definitiva desdemocratización del Brasil.
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La investigación sobre Sara Winter todavía se está desarollando en medio a un contexto político muy dinámico y imprevisible. Mientras tanto, el SPW va a mantener este artículo actualizado con informaciones sobre el caso y ofrece una compilación de noticias.